Hace 80 años, el 1 de septiembre de 1939, el Gobierno nazi de Alemania lanzó su invasión de Polonia. Dos días después, Reino Unido y Francia declararon guerra contra Alemania. La Segunda Guerra Mundial, la cual se expandiría a través del globo y duraría seis años hasta 1945, fue librada con una brutalidad indescriptible y atormenta la memoria colectiva de la raza humana como el evento más barbárico en la historia.
Se perpetraron crímenes bestiales de lesa humanidad durante esta guerra. Cobrando más de 70 millones de vidas, la guerra borró toda barrera entre combatientes y civiles, al morir aproximadamente el doble de hombres, mujeres y niños desarmados que soldados en el campo de batalla.
El pertinaz bombardeo de ciudades y hambrunas de gran escala causadas por el desorden económico se vieron acompañadas por intentos sistemáticos para exterminar a pueblos enteros.
Incluso antes de que Alemania enviara 1,5 millones de tropas junto con más de 2.000 aviones y 2.500 tanques al otro lado de la frontera polaca el 1 de septiembre, la marcha hacia la guerra ya había generado cifras masivas de víctimas. Italia había invadido Polonia en 1935, exponiendo la impotencia de la Liga de Naciones y masacrando a casi 400.000 civiles durante un periodo de seis años. Japón invadió y ocupó China, llevando a cabo la infame Violación de Nanjing en 1937-38 en la que 300.000 civiles fueron masacrados en una ciudad. Para cuando acabó la guerra, 15 millones de chinos habían sido matados.
La Segunda Guerra Mundial introdujo un catálogo macabro de nuevas palabras al léxico político y militar mundial: genocidio, blitzkrieg, guerra total, Holocausto, campo de exterminio, Solución Final, Ciclón B, bomba atómica, hongo nuclear, precipitación radiactiva, Auschwitz y Hiroshima.
Hay muchas personas vivas aún que vivieron los horrores de la Segunda Guerra Mundial. Aquellos que sobrevivieron, tanto soldados como civiles, acabaron con cicatrices, físicas, mentales y emocionales, por el resto de sus vidas. Sus amargas experiencias fueron un factor importante en marcar las vidas de sus hijos y en inculcarles un rechazo amplio y popular hacia la guerra.
El aniversario de tal cataclismo histórico-mundial sin duda debe ser ocasión de una reflexión sobria, el estudio de las lecciones de los eventos hace 80 años y cumplirlas para prevenir el estallido de otra guerra mundial que podría acabar con la civilización humana.
Sobra decir que esto es lo último en las mentes de los líderes capitalistas del mundo cuando se reúnan en Varsovia para la conmemoración oficial del aniversario el domingo. Por el contrario, están escenificando una conmemoración del tipo de militarismo y nacionalismo derechista que acompañó el inicio de la guerra.
El presidente polaco, Andrzej Duda, ha ordenado que la ceremonia, la cual se ha celebrado tradicionalmente en la ciudad liderada por la oposición de Gdansk, donde se dispararon los primeros tiros en 1939, a la plaza Pilsudski de Varsovia, un monumento de nacionalismo polaco de derecha. Su Partido de Ley y Justicia (PiS) ha emprendido un asalto masivo a los derechos democráticos básicos y encabezado una campaña de xenofobia y antisemitismo al punto de hacer un crimen tan solo mencionar la complicidad polaca en los crímenes contra los judíos durante el Holocausto. Su objetivo es convertir la ceremonia en una oda al “heroísmo” militar polaco.
Trump, cuyo nacionalismo fascistizante, chauvinismo antiinmigrante e intentos de arrogarse poderes dictatoriales son paralelos a la política de Duda y el PiS, canceló su viaje a Varsovia para la ceremonia, citando el acercamiento del huracán Dorian. El vicepresidente Mike Pence lo reemplazará y sus anfitriones polacos espera que anuncie una escalada en el número de tropas estadounidenses desplegadas en el país a 4.500. El Gobierno polaco ha acordado gastar $2 mil millones para recibir a soldados estadounidenses en una instalación que inicialmente propusieron llamar “fuerte Trump”.
Pese a que Pence estará ahí para representar EUA y la canciller Angela Merkel estará yendo a Varsovia para representar Alemania, el Gobierno ruso y su presidente Vladimir Putin no recibieron ninguna invitación. Moscú protestó enconadamente su exclusión del evento de aniversario, dado el inmenso precio que pagó la Unión Soviética para derrotar a la Alemania nazi y expulsar a la Wehrmacht de Polonia.
Es un hecho innegable que la invasión de Polonia por parte de la Alemania nazi fue facilitada por la firma del infame pacto de no agresión entre Stalin y Hitler el 23 de agosto de 1939. Más allá, el 17 de setiembre de 1939, el régimen soviético invadió Polonia desde el este. Estos fueron actos traicioneros y políticamente reaccionarios característicos del régimen estalinista, que ya había traicionado todo principio básico del socialismo y el internacionalismo obrero revolucionario para cuando comenzó la guerra.
Pero también es un hecho que aproximadamente 27 millones ciudadanos soviéticos perdieron sus vidas durante los cuatro años que siguieron la invasión nazi de la URSS el 22 de junio de 1941. La Unión Soviética recibió el grueso del impacto de lo que la Alemania nazi había planeado como una guerra de exterminio. En términos de solo bajas militares, murieron 80 soldados soviéticos por cada fatalidad estadounidense. Más allá, el Ejército Rojo soviético —respaldado por la producción de guerra de las industrias nacionalizadas de la URSS— fue el responsable de más de tres cuartas partes de las bajas infligidas a los ejércitos de Hitler, socavando a la Wehrmacht en las batallas de Stalingrado y Kursk.
La decisión de no invitar a Rusia no se debe de todos modos a los crímenes del estalinismo. Los representantes del imperialismo alemán estarán presentes en Varsovia como invitados de honor. El vocero del presidente polaco Duda declaró: “Las invitaciones fueron enviadas según el contexto contemporáneo, no histórico”.
Este “contexto contemporáneo” es uno en que cada una de las mayores potencias se está preparando para la guerra y Polonia se está ofreciendo como la punta de lanza del encerramiento de Rusia por parte de la OTAN.
Washington ya declaró oficialmente que su política estratégica concierne prepararse para la guerra contra “grandes potencias”, como Rusia y China, aprobando sucesivos presupuestos militares de más de $700 mil millones. Trump inauguró recientemente el Comando Espacial dedicado a convertir el espacio en un nuevo campo de batalla y, por tercera vez en meses recientes, ha mencionado que podría poner fin a la guerra en Afganistán “matando a 10 millones de personas”, aparentemente contemplando un acto que contendería con los crímenes de Hitler.
La Segunda Guerra Mundial no puede ser explicada, como tampoco se puede con la primera, meramente por las acciones de un solo país, ni mucho menos por las de un individuo maligno. Las raíces de ambos conflictos, separados por poco más de dos décadas, yacen en las contradicciones irresolubles del orden capitalista mundial: entre la economía mundial y el sistema caduco del Estado nación, por un lado, y entre la producción socializada y la producción privada de los medios de producción, por el otro.
Sin embargo, las circunstancias del estallido de la Segunda Guerra Mundial y la forma que asumió sin duda fueron determinados en primera instancia por los objetivos militares de la Alemania nazi, la cual fue responsable de crímenes sin precedentes en la historia humana.
La invasión de Polonia en septiembre de 1939 ya reveló los métodos que culminarían en las políticas de Guerra Total, es decir, una guerra de exterminio, y la “Solución Final” de Hitler para la “cuestión judía”.
La invasión vio el bombardeo indiscriminado de ciudades polacas. Según un historiador polaco, durante la campaña militar en septiembre hubo aproximadamente 15 masacres por día que presagiaron el exterminio masivo de unos 6 millones de judíos europeos. Dentro de la propia Polonia, aproximadamente 3 millones de polacos judíos fueron asesinados, junto con otros 3 millones de polacos no judíos.
Dada la escala inimaginable de los crímenes perpetrados por los nazis, el hecho de que hoy haya fuerzas políticas sustanciales en Alemania que buscan justificar y legitimar estos crímenes constituye una advertencia mortal para la clase obrera internacional.
La racista Alternativa para Alemania (AfD, por sus siglas en alemán) cuyo líder principal desestimó hace poco las atrocidades nazis como “cuitas” insignificantes que no deberían distraer de los miles de años de “gloriosa” historia alemana, ha emergido como el mayor partido de oposición en el Parlamento alemán, el Bundestag. Los terroristas derechistas operan con impunidad en Alemania, contando con la protección de las agencias de inteligencia del país.
El propio Hitler está viendo un proceso de rehabilitación continuo. Uno de los académicos más prominentes y políticamente influyentes, Jörg Baberowski, no tiene pelos en la lengua cuando se trata de trivializar las bestialidades nazis. Declaró en una entrevista publicada por Der Spiegel en febrero de 2014, “Hitler no era un psicópata. No era cruel. No le gustaba escuchar sobre el exterminio de judíos en su mesa”.
El imperialismo estadounidense fue capaz, durante el curso de la Segunda Guerra Mundial, de enmascarar sus propios fines imperialistas detrás de una apelación democrática a la intensa hostilidad de los trabajadores en EUA e internacionalmente al fascismo de Hitler. Hoy día, después de casi tres décadas de guerras de agresión ininterrumpidas, no puede hacer ningún llamado como tal y se enfrenta a una población en casa que es cada vez más hostil hacia sus intervenciones militares en el extranjero.
La cuestión decisiva para prevenir otra guerra mundial es la dirección revolucionaria de la clase obrera internacional.
Es imposible entender cómo comenzó la Segunda Guerra Mundial fuera del papel desempeñado por los partidos dominantes dentro de la clase obrera a nivel internacional, y particularmente en Alemania. El surgimiento de Hitler y los nazis fue, en el análisis final, el producto de las traiciones llevadas a cabo por el Partido Socialdemócrata (SPD, por sus siglas en inglés) y el estalinista Partido Comunista, que paralizaron repetidamente las luchas revolucionarias de la clase obrera alemana.
Fue la llegada al poder de Hitler sin un solo tiro y la negativa de la Tercera Internacional bajo la dirección e Stalin a siquiera discutir esta derrota histórica que llevó a León Trotsky, quien había librado una lucha implacable de una década contra el estalinismo, a declarar que la Tercera Internacional había muerto para el propósito de la revolución socialista. Se debía fundar una nueva Cuarta Internacional, construyéndola como el partido mundial de la revolución socialista.
Una vez más, las condiciones de crisis económica y financiera indisolubles, recrudecidas por la guerra comercial y la militarización global amenazan con estallar en forma de una lucha incontrolable y feroz de uno contra todos. Simultáneamente, esta misma clase capitalista está provocando un resurgimiento mundial de la lucha de clases, según los países en un país tras otro combaten el asalto a los niveles de vida y derechos democráticos junto con el crecimiento interminable de la desigualdad social.
Justo como en 1914 y 1939, la amenaza de un conflicto imperialista mundial enfrenta a la humanidad con la elección entre el socialismo la barbarie. La posibilidad del estallido de una tercera guerra mundial es mayor hoy que en cualquier otro momento desde 1945. Uno de los mayores peligros en la situación actual es la ausencia de consciencia en las masas sobre la profundidad y el alcance de los conflictos geopolíticos que están empujando a las potencias imperialistas hacia la guerra. Como en los años que precedieron el estallido de la Segunda Guerra Mundial, para utilizar las palabras de Trotsky, están deslizándose como en un tobogán hacia una catástrofe. En la medida en que los conflictos internacionales interactúan con la mayor turbulencia social dentro de sus países respectivos, el régimen capitalista sumido en crisis ve la guerra cada vez más como la salida al impasse político, económico y social actual.
Como en los años treinta, el camino hacia la guerra no será bloqueado por apelaciones morales y pacifistas hacia los líderes del imperialismo. La oposición a la guerra exige la unificación política de la clase obrera, con base en un programa internacional socialista, contra el sistema capitalista. Esta es la perspectiva avanzada por el Comité Internacional de la Cuarta Internacional.
(Publicado originalmente en inglés el 31 de agosto de 2019)
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[3 marzo 2016]