El número de octubre de la edición española de la revista de moda Vanity Fair saca en portada a la ministra de Igualdad, Irene Montero, la pareja del líder de Podemos y vicepresidente del gobierno Pablo Iglesias. Montero también le concedió una larga entrevista a la revista y posó para una sesión de fotos, con ropa lujosa en azoteas de barrios acomodados de Madrid. Se sumó a la lista de políticos que han aparecido en Vanity Fair —la canciller alemana Angela Merkel, Michelle y Barack Obama, y nada más ni nada menos que el presidente de los EE.UU., Donald Trump, y su esposa Melania—.
Hablándoles a los lectores de Vanity Fair, un electorado pudiente con el que se siente cómoda, Montero ofreció una ventana al estilo de vida de los partidos “populistas de izquierda” de clase media europeos: Podemos, el partido alemán La Izquierda, Francia Insumisa, y el Socialist Workers Party del Reino Unido.
Montero se deshace en elogios hacia la monarquía, los banqueros y el ejército, en alabanzas a la riqueza, y afirmaciones de sus valores feministas “conservadores”. No dijo ni una palabra de las protestas y tasas crecientes de infecciones y muertes por COVID-19 en los aglomerados barrios obreros de la ciudad, a apenas unos kilómetros de donde ella se encontraba, a causa de las políticas de inmunidad colectiva de su gobierno. Aunque Podemos ha dado incontables mensajes tranquilizadores privados sobre la fiabilidad política a los medios, y a funcionarios bancarios y de inteligencia, estaba tratando de hablar directamente a capas amplias de los ricos y acomodados.
Nos compraron, es lo que Montero le estaba diciendo de hecho a la élite gobernante, y sin importar lo que pase, siempre nos alinearemos instintivamente de vuestro lado. Para los trabajadores y jóvenes que se enfrentan a una pandemia devastadora, y una represión policial y austeridad crecientes, es una advertencia acerca de la corrupción ilimitada de partidos “populistas de izquierda” como Podemos y su hostilidad hacia el marxismo y la clase trabajadora.
La entrevista empezó, de manera bastante adecuada, con Montero rogándoles a los reporteros de Vanity Fair que sean respetuosos con la foto oficial del rey y la reina en la pared de su oficina. “Cuidado, que no se nos caiga encima”, exclamó. Ilustrada con una foto de Montero sentada ante este retrato de la familia real y la bandera española y la de la Unión Europea, la que lleva ridículamente el nombre de ministra de igualdad (entre los géneros, cabe aclarar) detalla acerca de su cordialidad con la reina Letizia, basada supuestamente en su preocupación común por las víctimas del tráfico de personas.
Dijo Montero, “Me encontré con la reina en un evento de la APRAMP [Asociación para la prevención, reinserción y atención de la mujer prostituida] y escuchamos juntas la historia de la vida [de las víctimas]. Más allá de que yo sea republicana, me pareció una mujer inteligente, irónica; llevaba la reunión bien preparada y hablamos de temas que nos interesan a las dos”.
En la entrevista, Montero elogia a la banquera Ana Patricia Botín (que tiene una fortuna de $800 millones), la directora ejecutiva del grupo bancario Santander. En octubre pasado, en una entrevista muy difundida para el programa de televisión La Sexta Noche, Montero había criticado que “el presidente del gobierno [Pedro Sánchez, del PSOE] quisiera hacerle más caso a Ana Patricia Botín que a los ciudadanos españoles en las urnas”.
Montero, ahora ministra bajo Sánchez en la coalición entre el PSOE y Podemos, dejó claro que eso era para el espectáculo. Al preguntarle Vanity Fair sobre su conversación con Botín en una conferencia de negocios organizada por Sánchez en agosto, donde Montero buscó expresamente a Botín para conversar, la ministra de Podemos no escondió su admiración por la banquera.
“Pertenecemos a mundos distintos, [pero] me parece una mujer inteligente y de trato agradable que expresa claramente el disenso”, dijo Montero. “Hablamos de feminismo, de vivienda, y la vi interesada en conocer mi punto de vista, de la misma forma que yo escuché así el suyo. Me sentí cómoda expresándole enormes discrepancias y eso no siempre es fácil”.
Ciertamente, Montero puede presentar de manera agradable cualquier diferencia limitada que tenga con capas más personalmente conservadoras de la élite gobernante. En respuesta a la pregunta de Vanity Fair sobre sus relaciones personales, Montero dijo: “He probado diferentes cosas, claro… En la adolescencia, en mi juventud… Pero siempre me he sentido heterosexual”. Sin embargo, Montero dijo que es “pudorosa”, añadiendo para tranquilizar: “en mi concepción de las relaciones de pareja… soy conservadora”.
Al preguntarle si es correcto considerarla “radical”, Montero respondió astutamente: “Radical es quien va a la raíz. En ese sentido me identifico como alguien que trata de resolver los problemas desde su raíz”.
La desigualdad social y las fortunas obscenas de la clase gobernante no son un problema que Montero se disponga a resolver, sin embargo, sino un rasgo de la vida contemporánea en la que ella se deleita. En una entrevista en febrero para El Diario, había explicado: “El feminismo no es solo representación, sino también la redistribución de la riqueza ... Solo hay que ver a los líderes mundiales que tenemos, y ellos son hombres multimillonarios”.
El objetivo de la política de estilo de vida pequeñoburgués de Montero es asegurar que se asigne una mayor tajada de la riqueza al 10 por ciento de arriba de las mujeres, minorías étnicas y otros grupos. Es casi evidente que su deseo de ver más mujeres multimillonarias en cargos de poder no tiene nada que ver, sin embargo, con el marxismo y la lucha por una genuina igualdad social, que requiere la movilización de la clase trabajadora para derrocar al capitalismo y la sociedad de clases.
Mientras Montero estaba siendo fotografiada en las terrazas de las azoteas de los barrios más caros de Madrid, miles de jóvenes y trabajadores que protestaban contra las políticas sanitarias ineficaces en la pandemia estaba siendo brutalmente atacados por la policía antidisturbios enviada por el gobierno de coalición del PSOE y Podemos.
No dijo ni una sola palabra en la entrevista sobre los más de 1 millón de fallecidos, las decenas de millones de personas desempleadas o llevadas a la pobreza en medio de la pandemia. Tampoco dijo nada acerca de que uno de cada cinco españoles (el 21,5 por ciento) está en riesgo de pobreza, ni acerca de los 1,15 millones de hogares españoles que ahora no tienen ningún miembro con empleo.
En cambio, la entrevista de Vanity Fair abordó la lujosa mansión en las montañas que Montero tiene junto con Iglesias en Galapagar, y que compraron en 2018 por €600.000.
Cuando se estaban acomodando, después de las protestas de los jóvenes indignados y el estallido de la revolución en Egipto en 2011, Montero e Iglesias hacían hincapié en que vivían en el barrio obrero madrileño de Vallecas, donde están estallando las protestas ahora. Montero, una antigua estudiante de psicología y miembro de la estalinista Unión de Juventudes Comunistas de España, dirigía el gabinete de Iglesias. Mezclando estalinismo con política identitaria, usaban frases populistas hueras, consignas feministas, y llamamientos al nacionalismo español para promocionarse políticamente. Iglesias hasta daba lecciones sobre el peligro de “aislarte de lo que pasa a tu alrededor, como los políticos que viven en mansiones”.
Hoy, al preguntarle Vanity Fair si fue un “error” mudarse a Galapagar, a 40 kilómetros de Madrid, Montero afirmó que fue una medida de seguridad contra la extrema derecha: “Dimos ese paso para proteger a nuestra familia. Y lo ocurrido en los últimos dos años ha demostrado que teníamos razón”. Al preguntársele si ahora se sentía “protegida”, Montero respondió descaradamente: “Confío en las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado”.
Aunque esta es una consigna adecuada para una mujer rica y conservadora cuya pareja ocupa un sitio en la Comisión de Asuntos de Inteligencia, aún así revela una enorme autocomplacencia política. El ejército, la policía y los servicios de inteligencia españoles son bastiones de la extrema derecha, vinculados estrechamente al partido Vox —las mismísimas fuerzas de las que Montero dice que la van a defender—. Hace unos pocos meses, aparecieron vídeos de un exsoldado que usaba imágenes de Iglesias, Montero y otros ministros del PSOE y de Podemos para practicar tiro al blanco.
Sin embargo, es más o menos obvio que Montero estaba intentando comunicarse mediante Vanity Fair con el resto de la élite gobernante. Nos pondremos de vuestro lado contra la clase trabajadora, estaba diciendo, así que confiamos en que nunca tengáis que movilizar a la extrema derecha contra nosotros, solo contra los trabajadores.
Un silencio ensordecedor predominó en la entrevista con Montero en la prensa izquierdista española, o en los sitios web pseudoizquierdistas de la periferia de Podemos como Izquierda Diario. Le dejaron a Esteban Hernández del derechista El Confidencial expresar su preocupación por que los dirigentes de Podemos “se hayan vuelto una caricatura de los vicios muy extendidos”. Preocupándose por el vacío a la izquierda de Podemos, Hernández escribió que “La élite política (y también económica e intelectual) de España está desfasada, esto es mucho más preocupante que unas pocas fotografías de autobombo”.
De hecho, la entrevista con Montero es una advertencia de la futilidad de los intentos por oponerse a las políticas de inmunidad colectiva, la guerra imperialista, la austeridad social y la represión policial eligiendo un nuevo gobierno capitalista de “izquierda”. Los partidos que supuestamente tienen la tarea de dirigir tal gobierno en España, Podemos y el PSOE, ya están en el poder, y están aplicando políticas reaccionarias. La clase trabajadora tiene que orientarse hacia una lucha internacional y revolucionaria por el socialismo contra el capitalismo, la aristocracia financiera y sus defensores pequeñoburgueses “populistas de izquierdas”.
Hace cinco años, analizando el apoyo de Podemos a la política de austeridad de su aliado griego, Syriza, el WSWS advirtió: “Mirando a la población desde el Palacio de la Moncloa a través de múltiples líneas de la policía antidisturbios, un primer ministro Iglesias estaría tan aterrorizado de los trabajadores como Tsipras o el actual primer ministro de España, Mariano Rajoy”. Definía a Podemos “como guardianes del orden. La conclusión que sacaron de la disolución de la URSS en 1991 por parte de los estalinistas y la restauración del capitalismo en Europa del Este ... es que el capitalismo es lo único que hay. Están condicionados política e ideológicamente a servir como herramientas sobornadas del capital financiero”.
Este análisis ha quedado completamente justificado.
(Publicado originalmente en inglés el 12 de octubre de 2020)
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