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Perspectiva

La sentencia del expresidente del sindicato UAW, Dennis Williams, y el caso a favor de los comités de base

Más temprano esta semana en el tribunal de distrito de EE.UU. en Detroit, los fiscales federales argumentaron que Dennis Williams, el presidente del sindicato United Auto Workers (UAW) entre 2014 y 2018 debería ser enviado a prisión por dos años por malversar fondos sindicales.

El memorándum para la sentencia, presentado por los fiscales, detalla cómo fue que Williams y otros altos funcionarios ocultaron el robo de cuotas sindicales a través de reembolsos por “conferencias sindicales” en Palm Springs, California, y otros lugares. Las conferencias, que supuestamente duraban entre tres y cinco días para entrenar a líderes sindicales locales, fueron utilizadas como “vacaciones con todos los gastos incluidos” por parte de Williams y sus colegas ejecutivos, quienes se quedaban hasta cuatro meses en sus villas y “acumulaban facturas importantes en los campos de golf, restaurantes y otros comercios antes, durante y después de las conferencias”.

El presidente Donald Trump acompañado por la directora ejecutiva de GM, Mary Barra, y el presidente del UAW, Dennis Williams, 15 de marzo de 2017 (AP Photo/Evan Vucci)

Esto incluyó una fiesta de fin de año el 31 de diciembre de 2016 en LG's Prime Steakhouse en Palm Springs, donde los altos cargos del UAW gastaron “miles de dólares en licor, vino y cuatro botellas de champán (que cada una costaba $1.760), una solicitud específica de la esposa de Williams”, dice el memorando de sentencia.

Los fiscales recomiendan una multa simbólica y una condena de 24 meses de prisión, que probablemente se cumplirá en un centro de guante blanco tipo “Club Fed” de mínima seguridad. Sea cual fuere la sentencia que se dicte finalmente, es probable que cumpla mucho menos de los dos años completos.

La sentencia de Williams es el último episodio de una investigación federal que se ha prolongado varios años sobre altos ejecutivos del UAW que condujo a la condena de 15 personas, entre ellas Williams, así como el expresidente del UAW, Gary Jones, y el exvicepresidente del UAW, Norwood Jewell. Una de las revelaciones de la investigación fue que el UAW aceptó sobornos a cambio de imponer contratos entreguistas a los trabajadores automotores.

A finales del año pasado, el Departamento de Justicia anunció que cerraba la investigación, a cambio de algunas reformas simbólicas.

El castigo para Williams y los demás ejecutivos implicados en la conspiración palidece en comparación con la devastación causada a los trabajadores. Además, la salida de Williams, Gary Jones y algunos otros delincuentes no ha hecho nada para alterar el carácter del UAW, que funciona como una herramienta directa de la dirección corporativa.

En un discurso ante el Detroit Labor Fest en 2015, como lo señalan los fiscales en el memorando de sentencia, Williams “dijo a los miembros del sindicato que 'los directores ejecutivos y los miembros de la junta directiva y Wall Street' 'no tenían problemas para conseguir lo suyo', así que 'nosotros' no deberíamos 'sentirnos mal por conseguir lo nuestro'”.

“El 'nosotros' al que ayudó a 'conseguir[ ] lo suyo' fueron los altos cargos, incluido él mismo”, señalan los fiscales.

Esto es sin duda cierto. Pero el Departamento de Justicia quiere que los trabajadores piensen que esto solo implica a Williams y a otros pocos funcionarios corruptos. En realidad, los directivos del UAW y toda la confederación AFL-CIO en su conjunto han pasado décadas aumentando la parte de los ingresos que van a parar a los directores generales y a Wall Street y asegurándose una parte para ellos mismos. En el proceso, los “sindicatos” se han convertido en un negocio, dirigido por funcionarios corporativistas que forman parte del 3 por ciento más rico de EE.UU. y se benefician de la explotación de los trabajadores.

Hasta mediados de la década de 1970, todavía se podía argumentar que los trabajadores podían ejercer cierto grado de influencia sobre los sindicatos y que los ingresos y el estilo de vida de la “burocracia sindical” seguían estando, de una forma u otra, relacionados con el nivel de vida conquistado por los trabajadores en batallas anteriores. Esto cambió fundamentalmente con el rescate de Chrysler en 1979-80 y la connivencia del UAW en el proceso de desindustrialización, que reduciría en las tres décadas siguientes la afiliación de 1,5 millones en 1979 a 300.000 en 2009.

A principios de la década de 1980, el UAW abandonó cualquier tipo de resistencia a la patronal y abrazó plenamente la doctrina corporativista de la “asociación obrero-patronal”. La burocracia del UAW encontró nuevas fuentes de ingresos —puestos en los consejos administrativos de las empresas, miles de millones en fondos financiados por las empresas, acciones y otros instrumentos de inversión, y el saqueo del fondo de huelga abandonando las huelgas— que dependían de y, de hecho, aumentaban en proporción inversa a la disminución de los salarios y las prestaciones de los trabajadores que el UAW decía representar.

La propia carrera de Williams ejemplifica el carácter del UAW. El memorando de sentencia se refiere a Williams como una “institución” dentro de las filas de la Junta Ejecutiva Internacional del UAW. Ascendió de director de la Región 4 del UAW, con sede en Chicago, en 2001 a secretario-tesorero del UAW en 2010, antes de obtener la presidencia cuatro años más tarde. En todas las elecciones que ganó Williams desde 1983 hasta 2014, se presentó sin oposición.

Williams se curtió como presidente de negociación del Local 806 del UAW en 1986-87, cuando ayudó a negociar un contrato con el fabricante de maquinaria pesada Case IH, autorizando el cierre de plantas en Indiana, Iowa e Illinois, y eliminando 1.500 puestos de trabajo. En 2004 y 2011, negoció contratos con Caterpillar que pusieron fin al plan de pensiones pagado por la empresa, impusieron una contribución del 20 por ciento al seguro médico de los trabajadores, autorizaron el cierre de plantas y redujeron el salario de los trabajadores recién contratados a tasas salariales “basadas en el mercado”. En 2006, fue nombrado miembro del consejo de administración del fabricante de camiones Navistar —con un salario declarado de $120.000 al año— en virtud de un acuerdo del UAW de una década antes que permitía a Navistar deshacerse de sus obligaciones en materia de pensiones.

Con la ayuda del UAW, los costes laborales de GM, Ford y Chrysler se redujeron a la mitad entre 1999 y 2014, y el coste por vehículo ha caído al nivel más bajo de la historia. Esto se logró a costa de la pérdida de decenas de miles de puestos de trabajo y de la introducción de un sistema salarial de dos niveles, que recortó los salarios de los nuevos contratados en un 50 por ciento.

El contrato de 2015 gestionado por Williams, que los trabajadores de Chrysler rechazaron inicialmente por un margen de 2 a 1, mantenía el salario inicial de menos de —$17 la hora, exigía a los nuevos empleados trabajar ocho años para alcanzar el salario máximo y ampliaba enormemente el número de empleados temporales a tiempo parcial (TPT), quienes son altamente explotados y no tienen seguridad laboral pero deben pagar las cuotas sindicales.

Los distintos apologistas de los sindicatos oficiales entre las organizaciones pseudoizquierdistas en torno al Partido Demócrata nunca se preocupan por examinar su papel real, los intereses sociales que los dominan ni su relación real con los trabajadores que pretenden representar.

¿Qué es el UAW? Como dice el refrán, hay que seguir el dinero... Según su última declaración ante el Departamento de Trabajo de Estados Unidos, en 2020 el UAW tenía $1.120 millones en activos, incluidos 217 millones en valores del Tesoro de Estados Unidos y 727 millones en inversiones no identificadas. Recaudó $170 millones en cuotas de los trabajadores, $76,2 millones en intereses y $30 millones en “otros ingresos”. Sus ingresos previstos incluían $5,2 millones y $2,4, respectivamente, del Centro de Formación de GM y del Centro de Formación de Ford.

De sus “desembolsos” de $286,4 millones, solo $6,1 millones se destinaron a sueldos de huelga, mientras que $90 millones se destinaron a “actividades de representación” y $76 millones a la “compra de inversiones y activos fijos”. Además, el año pasado pagó $3 millones a sus 14 principales dirigentes, entre ellos el presidente Rory Gamble ($244.772), el secretario-tesorero Raymond Curry ($236.608), el vicepresidente Terry Dittes ($231.614), la vicepresidenta Cindy Estrada ($220.506) y la directora de la región 9A, Beverley Brakeman ($218.445).

Para defender sus posiciones privilegiadas, los ejecutivos del UAW deben reprimir la lucha de clases. Por eso Curry forzó el final de la huelga de dos semanas de 3.000 trabajadores de Volvo Truck la semana pasada, obligándolos a volver al trabajo sin votar ni ver siquiera el contrato entreguista. Por eso Brakeman impuso una “pausa” en la huelga de los trabajadores-estudiantes de posgrado de la Universidad de Columbia para evitar una huelga conjunta con los estudiantes de la Universidad de Nueva York.

El Gobierno de Biden entiende que la respuesta criminal de la clase dominante a la pandemia ha acelerado la militancia y la radicalización de la clase obrera y está haciendo todo lo posible para promover los sindicatos. No hay nada que la clase dominante tema más que un estallido de la lucha de clases que se salga de su control y que pueda desbordar las instituciones de gobierno de clase y suponga una amenaza existencial para el sistema capitalista.

Pero eso es exactamente lo que se necesita para movilizar a la clase obrera con el fin de detener el sacrificio de vidas por las ganancias corporativas y poner fin al peligro de guerra y dictadura.

En el Mitin Internacional En Línea del Primero de Mayo, celebrado el pasado sábado, el Comité Internacional de la Cuarta Internacional hizo un llamado a construir la Alianza Obrera Internacional de Comités de Base (AOI-CB). “El objetivo de esta iniciativa global”, dijo David North, el presidente del Consejo Editorial Internacional del WSWS, “es desarrollar un auténtico movimiento de la clase obrera internacional con bases amplias, y animar a los trabajadores de todos los países a romper los grilletes de los sindicatos existentes, controlados por el Estado y antidemocráticos, compuestos por ejecutivos procapitalistas y de derechas”.

Instamos a los trabajadores a leer nuestro llamado a la AOI-CB y a asumir la lucha contactándonos en wsws.org/workers.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 5 de mayo de 2021)

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