El antisemitismo es una acusación grave, especialmente en Alemania. No hay ningún otro crimen en la historia comparable al genocidio de los judíos bajo el régimen nazi. Basándose únicamente en su ascendencia y religión, seis millones de personas fueron privadas de sus derechos, maltratadas y finalmente asesinadas por el Estado alemán y sus innumerables cómplices en una operación planificada y organizada con precisión.
Por eso resulta aún más repulsivo que el gobierno alemán, los medios de comunicación y todos los partidos representados en el Bundestag —encabezados por la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD)— denuncien como antisemitas a quienes se manifiestan contra los crímenes de guerra que se están llevando a cabo en Oriente Medio.
Nadie puede argumentar seriamente que el bombardeo del gobierno israelí sobre la densamente poblada Franja de Gaza no es un crimen. Más de 200 personas, entre ellas 58 niños, ya han sido víctimas de las bombas israelíes, según cifras oficiales. La destrucción de un rascacielos que alberga varios medios de comunicación internacionales es también un crimen de guerra. La organización Reporteros sin Fronteras lo ha declarado abiertamente, y la agencia de noticias Associated Press ha protestado enérgicamente contra el acto de destrucción. Evidentemente, el ejército israelí no quiere testigos independientes de sus acciones.
Además, el conflicto actual no puede verse aislado de su historia: la expulsión forzosa de los palestinos en el momento de la fundación del Estado israelí; la ocupación de Jerusalén Este, los Altos del Golán, Cisjordania y Gaza en la guerra de 1967 —ocupaciones declaradas ilegales por el derecho internacional— la incautación sistemática de tierras por parte de colonos de extrema derecha; y las décadas de discriminación de los palestinos por parte del Estado israelí.
Un antisemita no es alguien que protesta contra los crímenes del gobierno de Benjamín Netanyahu, que se ha aliado con partidos de extrema derecha, tiene un pie en la cárcel y sólo puede mantenerse en el poder a través de interminables provocaciones. Un antisemita es alguien que equipara a "los judíos" con la política del gobierno israelí. De hecho, Netanyahu ni siquiera tiene mayoría dentro de Israel. Innumerables personas judías en Israel y en todo el mundo rechazan con vehemencia su rumbo.
La canciller alemana Angela Merkel llamó a Netanyahu el pasado fin de semana y, según un portavoz del gobierno, se alineó "sin reservas" con Israel. Sólo aquellos que están históricamente ciegos pueden considerar esto como una indicación de simpatía por los judíos. En realidad, al gobierno alemán no le importa su destino. El imperialismo alemán considera que Israel, con el que mantiene desde hace tiempo estrechas relaciones políticas y militares, es un aliado útil, al menos por el momento, para conseguir un punto de apoyo más fuerte en la disputada región de Oriente Medio.
Como líder de la Unión Demócrata Cristiana (CDU) durante casi veinte años, Merkel dirigió un partido que contaba con numerosos exnazis en sus filas. El coautor y comentarista de las Leyes Raciales de Núremberg, Hans Globke, fue jefe de personal del modelo político de Merkel, el canciller de posguerra Konrad Adenauer. Ya en 1966, la CDU nombró canciller a un antiguo miembro del partido nazi, Kurt Georg Kiesinger. Las redes de extrema derecha, que sólo el año pasado cometieron 2.275 delitos antisemitas, han sido sistemáticamente encubiertas por los servicios de inteligencia alemanes. Hans-Georg Maaßen, el que fuera durante mucho tiempo jefe del servicio secreto nacional de Alemania bajo el mandato de Merkel, defiende teorías conspirativas antisemitas y acaba de ser nombrado candidato de la CDU para las elecciones federales.
Cuando el Partido Socialista por la Igualdad criticó en 2014 al historiador Jörg Baberowski por defender al apologista nazi Ernst Nolte y afirmar que Hitler "no era un vicioso", representantes de todos los partidos políticos y medios de comunicación denunciaron al SGP y se apresuraron a defender al profesor de extrema derecha. "Los intentos de establecer una narrativa históricamente falsa llegan en un momento crítico de la historia alemana", escribimos entonces. "El resurgimiento del militarismo alemán requiere una nueva interpretación de la historia que reste importancia a los crímenes de la época nazi".
No es de extrañar, pues, que la ultraderecha de la AfD sea la que más se ha manifestado en contra de las actuales manifestaciones contra la guerra. La AfD, cuyos líderes han descrito el asesinato masivo de judíos como "una mota de mierda de pájaro" en mil años de gloriosa historia alemana, y han calificado el monumento al Holocausto en Berlín como una marca de vergüenza, ahora se presenta como el mejor amigo de Israel. El líder de AfD, Jörg Meuthen, ha llegado a acusar al gobierno alemán de no hacer lo suficiente "para respaldar a Israel y sus esfuerzos por proteger a su población de los ataques terroristas".
El grupo parlamentario de la AfD ha exigido que se prohíban de antemano las manifestaciones contra la guerra, mientras que el líder de la facción parlamentaria de la AfD, Alexander Gauland, soltó el verdadero motivo del partido: "Quien se tome realmente en serio la lucha contra el antisemitismo debe detener la inmigración masiva islámica incontrolada y deportar sistemáticamente a los delincuentes sin hacer preguntas".
Como ocurre con la política de refugiados y el rearme interno y externo de Alemania, la AfD está siendo utilizada como pionera por todos los demás partidos. Basándose en incidentes antisemitas aislados, denuncian como antisemitas a los miles de personas que han protestado pacíficamente en toda Alemania contra el terror israelí. El objetivo es justificar la xenofobia antiinmigrante y la represión de las manifestaciones.
Mientras el líder de la CDU, Armin Laschet, se declara indignado por las "horribles imágenes en las manifestaciones", el grupo parlamentario de la CDU/CSU ya está discutiendo sobre más límites a la inmigración, que debe "mantenerse en un nivel sostenible para la integración", según Mathias Middelberg, portavoz de la CDU en política interior.
El secretario general de la CDU, Paul Ziemiak, afirmó que el antisemitismo en Alemania procede de tres direcciones: el extremismo de derechas, el extremismo de izquierdas y la inmigración, y declaró: "Hay que identificar los tres ámbitos y oponerse a ellos con determinación". A continuación, pidió la prohibición de varias organizaciones y partidos palestinos.
El Partido Socialdemócrata (SPD) ha expresado opiniones similares. La líder del SPD, Saskia Esken, pidió que se castigue con rigor a quienes participen en "manifestaciones antisemitas". El candidato a canciller del SPD, Olaf Scholz, añadió: "No puede haber excusa para estas cosas. Los autores deben sentir todo el peso de la ley". El diputado del Partido Verde Cem Özdemir arremetió contra el "antisemitismo de los inmigrantes".
Gregor Gysi, del partido La Izquierda, también condenó las "protestas antisemitas" en una larga entrevista con Der Spiegel: "Quien prende fuego a las banderas de Israel no es de izquierdas". A continuación, pidió al gobierno alemán que mediara en Israel, apoyándose en el desacreditado partido palestino Fatah. Dietmar Bartsch, jefe parlamentario del partido La Izquierda y principal candidato en la campaña electoral al Bundestag, apoya incluso la entrega de submarinos alemanes a Israel.
Por su parte, el periódico taz (cercano a los Verdes) intenta superar al periódico conservador Die Welt en su condena de las protestas contra los bombardeos israelíes. Para Die Welt, el lema de algunos manifestantes: " Deje de hacer lo que Hitler le hizo", dirigido al gobierno israelí, es una prueba inequívoca de antisemitismo.
El taz condenó las manifestaciones contra la guerra como "puro antisemitismo, apenas disfrazado bajo la máscara del antisionismo". Según el periódico: "El odio a los judíos es un problema en las comunidades de inmigrantes, pero también está muy extendido entre los que llevan mucho tiempo viviendo aquí. El fenómeno del odio a los judíos no se refiere sólo a los neonazis o a los populistas de derecha. También se aplica a los supuestos izquierdistas que, armados con las fantasías antiimperialistas de hoy y el odio a los judíos de sus abuelos, se unen diligentemente a las manifestaciones contra el gran demonio Israel".
Las acusaciones de antisemitismo deben ser firmemente rechazadas. Las formulan partidos y medios de comunicación profundamente comprometidos con conspiraciones derechistas, antidemocráticas y militaristas, que son la verdadera fuente del fascismo y el antisemitismo. La lucha contra estas fuerzas requiere la movilización independiente de la clase obrera de todas las nacionalidades sobre la base de un programa socialista.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 18 de mayo de 2021)