El 30 de septiembre de 2022, un periodista preguntó al secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, si Estados Unidos o sus aliados eran culpables de los ataques que destruyeron los gasoductos Nord Stream entre Rusia y Alemania tres días antes.
“Realmente no tengo nada que decir sobre la absurda acusación del presidente Putin de que nosotros u otros socios o aliados somos de alguna manera responsables de esto”, dijo Blinken.
Ante las acusaciones de funcionarios rusos de que Estados Unidos era responsable de los atentados, el presidente estadounidense Biden respondió tras los atentados: “No le hagan caso a Putin. Sabemos que lo que dice no es cierto”.
Seis meses después, el New York Times y el Washington Post publicaron el martes reportes basados en entrevistas con funcionarios de los servicios de inteligencia, afirmando que un “grupo proucraniano” había destruido los gasoductos.
En otro artículo, el diario alemán Die Zeit afirmaba que el ataque se llevó a cabo desde un yate propiedad de dos ucranianos que operaban desde Alemania. Basándose en ese relato, el Times of London informó que el ataque se llevó a cabo a través de una “empresa privada originaria de Ucrania”. El periódico añadía: “El nombre del presunto patrocinador privado, un ucraniano no afiliado al Gobierno del presidente Zelenski, lleva meses circulando en los círculos de inteligencia, pero no ha sido revelado”.
Esta avalancha de noticias sigue a la publicación por el veterano periodista Seymour Hersh de un informe según el cual la Armada estadounidense colocó directamente los explosivos que destruyeron los gasoductos, utilizando como tapadera operaciones militares en el mar Báltico.
Basándose en sus contactos dentro del aparato militar y estatal, Hersh informó que el plan para el ataque comenzó en diciembre de 2021, meses antes de la invasión rusa de Ucrania.
Todas las versiones de la historia tienen algo en común. Demuestran que Blinken mentía el 30 de septiembre. Está claro que Estados Unidos “u otros socios o aliados” sí llevaron a cabo el bombardeo.
En cuanto a los informes del Times y el Post, la idea de que un ataque terrorista, submarino, internacional, tan masivo y altamente sofisticado que destruyó simultáneamente cuatro gasoductos distintos fue lanzado por ucranianos que operaban desde Alemania sin el conocimiento del Gobierno ucraniano, Alemania o Estados Unidos es irrisoria. Si el grupo “proucraniano” fue de hecho responsable, estaba, como mínimo, llevando a cabo los deseos abiertamente declarados de la Casa Blanca, que prometió “acabar” con la existencia del gasoducto.
Tanto si la Armada estadounidense llevó a cabo el bombardeo como si lo hicieron las fuerzas ucranianas, la culpa es claramente de Estados Unidos.
El propio Biden había declarado que Estados Unidos “pondría fin” al gasoducto como parte de una guerra para disputarse Ucrania, y los funcionarios estadounidenses se regodearon sobre la destrucción después de los hechos. En una comparecencia ante el Congreso en enero, la subsecretaria de Estado para Asuntos Políticos, Victoria Nuland, declaró: “Creo que la Administración está muy satisfecha de saber que Nord Stream 2 es ahora, como a ustedes les gusta decir, un trozo de metal en el fondo del mar”.
Estas revelaciones confirman lo que el World Socialist Web Site escribió el 28 de septiembre:
Las acusaciones de que Rusia está involucrada en los atentados carecen de toda credibilidad y desvían la atención del autor mucho más probable: Estados Unidos. La primera pregunta que hay que hacerse sobre el atentado contra Nord Stream es: ¿Cui bono? ¿Quién se beneficia y quién tenía el motivo para llevarlo a cabo?
Las revelaciones también implican de lleno a todos los medios de comunicación estadounidenses en un intento de atribuir el crimen a Rusia. En respuesta al ataque contra la infraestructura energética rusa, el Washington Post escribió el 27 de septiembre
Las fugas son más bien un mensaje: Rusia está abriendo un nuevo frente en su guerra energética contra Europa. Primero, atacó el suministro de gas, deteniendo los envíos, incluso a través del gasoducto Nord Stream. Ahora, puede estar atacando la infraestructura energética que una vez utilizó para enviar su energía.
La Heritage Foundation, un centro de pensamiento estadounidense, declaró: “El ataque de Rusia a los gasoductos Nord Stream significa que Putin ha convertido la energía en un arma”.
Un aspecto crítico, incluso después de la exposición de las mentiras de EE.UU., es que el encubrimiento continuó. El ministro de Defensa alemán, Boris Pistorius, sugirió que las pruebas de la implicación ucraniana en el ataque pudieron haber sido una operación de “falsa bandera” llevada a cabo por Rusia. “No hemos podido determinar quién estuvo detrás”, declaró el miércoles el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg.
La revelación de la implicación de Estados Unidos o de sus fuerzas patrocinadas en Ucrania se ajusta a un patrón definido, que incluye el asesinato de la intelectual fascista rusa Daria Dugina y el bombardeo del puente de Kerch, casos en los que los funcionarios estadounidenses y ucranianos declararon categóricamente que no estaban implicados, solo para que informes posteriores de los medios de comunicación atribuyeran los ataques al Gobierno ucraniano.
Solo unos minutos después de que Blinken negara rotundamente que Estados Unidos llevó a cabo el atentado del 30 de septiembre, dio una explicación muy clara del motivo de Estados Unidos para emprender el ataque. Blinken declaró:
Y en última instancia esto es también una tremenda oportunidad. Es una tremenda oportunidad para eliminar de una vez por todas la dependencia de la energía rusa y quitarle así a Vladímir Putin el armamento de la energía como medio para realizar sus planes imperiales. Eso es muy importante y ofrece una tremenda oportunidad estratégica para los años venideros.
De hecho, las principales empresas energéticas estadounidenses se beneficiaron masivamente de esta “oportunidad”, vendiendo a Europa cantidades récord de gas natural licuado, a precios récord, lo que dejó ganancias récord. Estados Unidos y los aliados de la OTAN la utilizaron como una “oportunidad” para justificar una mayor expansión de la guerra.
No cabe duda de que el desmoronamiento de la versión oficial de los bombardeos fue uno de los principales temas de debate entre el presidente estadounidense Joe Biden y el canciller alemán Olaf Scholz la semana pasada. Pero la preocupación de Biden y Scholz gira en torno a cómo gestionar la reacción popular y la indignación ante esta exposición, y cómo garantizar que este acto criminal no conduzca a la expansión de la oposición popular a la guerra.
La revelación de la complicidad de Estados Unidos en el bombardeo del gasoducto Nord Stream plantea cuestiones ominosas y preocupantes. Si Estados Unidos fue capaz de llevar a cabo lo que de hecho fue un acto de guerra y terrorismo internacional, no solo contra Rusia sino también contra Alemania, ¿de qué más es capaz?
Sigue siendo un hecho ineludible que, después de que Estados Unidos se comprometiera a alcanzar los objetivos más amplios y de mayor alcance en la guerra de Ucrania, el ejército ucraniano está sufriendo importantes reveses en el campo de batalla. No existe apoyo público para una mayor escalada de la guerra, ni mucho menos para el despliegue de tropas de la OTAN, que es necesario para la consecución de estos objetivos.
Ha habido una tendencia definida en la historia del imperialismo estadounidense a responder a la revelación de una mentira imprudente inventando otra mentira aún mayor y más imprudente para reemplazarla. La clase obrera debe estar atenta a otra provocación estadounidense que se adapte a este propósito.
(Publicado originalmente en inglés el 8 de marzo de 2023)