Varios medios pseudoizquierdistas y patronales internacionalmente han publicado tributos glorificando al exradical peruano Hugo Blanco desde su muerte el 25 de junio, a la edad de 88 años.
El estalinista Partido Comunista del Perú (Patria Roja) alabó su “ejemplo de sencillez”. El Partido Socialista (antes Partido Unificado Mariateguista), que pertenece a la coalición pseudoizquierdista burguesa Nuevo Perú, ayudó a organizar sus actos fúnebres. Prensa Latina, la publicación del Gobierno castrista cubano celebró su dicho: “Antes luchaba por los campesinos y obreros, hoy por la especie humana”. Jacobin, la revista vinculada a los Socialistas Democráticos de Estados Unidos (DSA, por sus siglas en inglés), lo aplaudió por ser “uno de los grandes luchadores socialistas de América Latina en el siglo XX”.
En el comentario más efusivo, la Liga Internacional de los Trabajadores publicó un resumen biográfico días antes de su fallecimiento que comienza citando al fundador de la LIT y uno d ellos colaboradores más cercanos de Blanco por décadas: “Nahuel Moreno decía que Hugo Blanco fue el más grande dirigente de masas después de Trotsky. Y hasta hoy eso es así”.
Los obituarios derivan de los cálculos políticos nacionalistas de sus autores, que se dedican en la actualidad a ofrecer una cubierta “izquierdista” a los ataques de la élite gobernante a las condiciones de vida y laborales y su giro a la guerra y la dictadura.
Blanco abandonó cualquier pretensión de un vínculo con el trotskismo y el socialismo hace décadas. Adoptó el rechazo posmodernista al papel revolucionario de la clase trabajadora, promoviendo en cambio movimientos sociales amplios, basados en las formas más elementales de ambientalismo burgués, nacionalismo indígena y la política de identidades. Glorificó el levantamiento zapatista de 1994 en Chiapas, México, y se volvió simpatizante de Evo Morales, Hugo Chávez, Rafael Correa y otros Gobiernos nacionalistas burgueses.
En gran medida, la simpatía de los grupos pseudoizquierdistas hoy hacia blanco se debe a que ellos mismos han desechado cualquier política izquierdista auténtica, aludiendo al “socialismo” solo de labios afuera para engañar a la clase trabajadora.
Un obituario particularmente revelador fue publicado por el Partido Obrero pseudizquierdista argentino, que actualmente intenta formar una coalición con un sector del partido peronista gobernante. Antes de declarar que Blanco “siempre fue un militante luchador” e indicar que el PO “colaboró muchas veces con su lucha”, el obituario polemiza que Hugo Blanco nunca debió haber sido asesorado en contra de construir la Alianza Revolucionaria de la Izquierda (ARI) en 1980, “una alianza electoral que reunía al 90 por ciento de la izquierda peruana”, como la describe el PO.
La ARI estaba conformada por varios grupos castristas maoístas, estalinistas y de otras tendencias nacionalistas pequeñoburguesas, y Blanco fue fotografiado encabezando varios actos del ARI con retratos de Trotsky junto a Stalin y Mao. Incluso fuera del ARI, Blanco, quien había recibido la mayor cantidad de votos nacionalmente (12 por ciento) en la elección a la Asamblea Constituyente de 1978, estaba colaborando con estas fuerzas para desviar el levantamiento de la clase trabajadora que había estallado con la huelga general de 1977, que tumbó la dictadura militar del Gral. Francisco Morales Bermúdez.
Blanco, quien pronto sería legislador nacional y liquidaría el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) pablista dentro del Partido Unificado Mariateguista burgués, rechazó la ARI con base en cálculos oportunistas. En la actualidad, cuando Argentina entra en una histórica crisis económica y política, el Partido Obrero está promoviendo el legado de la ARI para justificar su formación de la versión argentina de Syriza en Grencia, un partido completamente capitalista y proimperialista. El PO ya había llamado a “refundar” la Cuarta Internacional con los partidarios estalinistas rusos del Gobierno de Putin.
Blanco es conocido principalmente en Perú e internacionalmente por organizar sindicatos campesinos y encabezar las tomas de tierras por parte de campesinos indígenas contra los terratenientes semifeudales en los valles del norte del departamento de Cusco en Perú, entre 1959 y 1963. Solo dos años antes, como estudiante universitario en Argentina con aproximadamente 25 años, entró en la política uniéndose a la tendencia encabezada por el oportunista argentino Nahuel Moreno.
Aunque formalmente pertenecía al Comité Internacional Trotskista de la Cuarta Internacional, a mediados de la década de 1950 Moreno había convertido a su grupo Palabra Obrera en un apéndice del movimiento dirigido por el general nacionalista burgués Juan Domingo Perón, cuyo Gobierno había sido derrocado en septiembre de 1955.
Como demuestran numerosas cartas y el propio relato de Hugo Blanco en su libro Tierra o Muerte, Moreno y sus asociados en el llamado Secretariado Latinoamericano del Trotskismo Ortodoxo (SLATO) presionaron constantemente a su pequeño grupo de seguidores en Perú, incluido Blanco, para que mantuvieran una orientación hacia el campesinado como “vanguardia” de la revolución peruana y prepararan una insurrección en gran medida a semejanza del movimiento guerrillero de Fidel Castro en Cuba, que llegó al poder en 1959.
Para 1961, la SLATO había concentrado su trabajo y sus recursos en Cusco y había enviado a tres experimentados miembros argentinos para apoyar los sindicatos campesinos de Blanco una vez que habían ganado un seguimiento masivo y a medida que se extendían las tomas de tierras.
No se llevó a cabo ningún trabajo sistemático en la clase obrera peruana, que crecía rápido, y el trabajo en las ciudades se limitó a construir un “Frente Revolucionario” o FIR, orientado a los activistas pequeñoburgueses que habían dejado recientemente el partido burgués APRA y el Partido Comunista estalinista a partir de concepciones castristas. Como indicó Blanco, FIR se dedicaba a preparar asaltos a bancos para armar una insurrección campesina.
Las discusiones dentro de SLATO se limitaban a cuestiones tácticas y temporales, sobre si priorizar la construcción de sindicatos campesinos, el desarrollo del FIR como partido campesino o los preparativos técnicos para un levantamiento campesino mediante la formación de grupos guerrilleros o milicias. El rechazo de los principios básicos del marxismo y la adaptación al castrismo y a la burocracia estalinista de la URSS (“estados amigos”) por parte de Moreno se resumió en una carta a los miembros de SLATO en Perú en marzo de 1963:
Todas las revoluciones triunfantes en esta postguerra han demostrado que no son necesarios partidos revolucionarios marxistas para llevar al triunfo a esas revoluciones, pero han demostrado también lo siguiente en forma inequívoca: Primero, que sólo pueden iniciar las acciones armadas partidos y líderes de gran fuerza reconocidos por el movimiento de masas de sus países y totalmente disciplinados y centralizados. Segundo, que sólo se pueden iniciar acciones armadas con un fuerte apoyo en determinadas clases sociales o expresión distorsionada de esas clases sociales: estados amigos.
Un segundo asalto a un banco en abril de 1963--aprobado al final por Moreno-- condujo a la detención de la mayoría de los militantes de FIR y a la persecución de Blanco, que respondió intentando establecer un grupo guerrillero antes de ser capturado en mayo. La condena a muerte dictada por un tribunal militar solo fue anulada gracias a una campaña internacional y a huelgas y protestas en Perú en su defensa.
Al mes siguiente, en junio de 1963, se celebró el Congreso de Reunificación entre el Socialist Workers Party (SWP) estadounidense y los pablistas. La divergencia de los pablistas con el trotskismo no había hecho más que profundizarse en la década transcurrida desde que el SWP dirigió la lucha contra el pablismo en 1953, que condujo a la formación del CICI. El llamado de Pablo a liquidar a los cuadros trotskistas en el estalinismo y otras fuerzas contrarrevolucionarias y nacionalistas encontró una expresión concreta e incluso más reaccionaria en los documentos de reunificación que concluían que “un instrumento sin filo” como las guerrillas castristas bastaban para establecer un Estado obrero y el socialismo. Moreno y varios grupos latinoamericanos siguieron al SWP hacia el nuevo Secretariado Unificado.
La Socialist Labour League (SLL) en Reino Unido libró una lucha de principios contra el pablismo y la traición del SWP, manteniendo la continuidad del movimiento trotskista mundial bajo la dirección del CICI.
En Tierra o Muerte, publicado en 1972, Blanco defiende sus acciones políticas en Cusco, su promoción del nacionalismo indígena y su uso de la guerra de guerrillas como táctica. La única “lección” que extrae es que debió construirse un partido político basado en el campesinado para evitar “el aislamiento de nuestro movimiento campesino”.
La política de los morenistas peruanos durante 1958-1963 puede resumirse como una variante del oportunismo nacionalista, que adoptó la forma de radicalismo campesino. Éste no difería en aspectos fundamentales del narodnismo ruso, que se basaba en tácticas terroristas, confiscación de tierras y el “autogobierno campesino”. Fue precisamente en oposición al narodnismo como se construyó el movimiento marxista ruso en la década de 1880.
La insistencia de Moreno y Blanco en que las condiciones de los países atrasados exigían la construcción de un partido basado en el campesinado como sustituto de la clase obrera fue abordada por Trotsky en su análisis de la traición a manos de la burocracia estalinista de la Revolución china en 1927. Esta lucha sigue siendo un recurso básico para la formación de los cuadros trotskistas en América Latina.
El Partido Comunista Chino recibió la orden de la burocracia estalinista en Moscú de entrar y subordinarse al partido burgués Kuomintang, que procedió a masacrar a los comunistas. Esto fue precedido y preparado por el llamado de Stalin a establecer “partidos obrero y campesinos como el Kuomintang” en toda Asia. Trotsky escribió:
El marxismo ha afirmado siempre, y el bolchevismo ha confirmado estas afirmaciones, que el proletariado y el campesinado son dos clases diferentes, que es falso identificar sus intereses, de la forma que sea, en la sociedad capitalista, que un campesino no puede adherirse al Partido Comunista más que en la medida en que se pasa del punto de vista del propietario al del proletariado… En los países capitalistas las organizaciones que se denominan de los campesinos constituyen, en realidad, una variante de los partidos burgueses. Todo campesino que no adopte la actitud del proletario abandonando el punto de vista del propietario se verá, en las cuestiones fundamentales, arrastrado inevitablemente por la burguesía.
Si bien sus acciones pudieron haber acelerado la disolución de los latifundios brutalmente opresivos en el extremo norte de Cusco, la política seguida por Moreno, Blanco y SLATO socavó la lucha por la revolución socialista.
Toda la perspectiva de estas tendencias se basaba en un profundo rechazo del ABC de la Teoría de la Revolución Permanente de Trotsky, que no toma como punto de partida las condiciones nacionales de un país dado, sino su contexto dentro de la economía mundial y las relaciones políticas mundiales. Trotsky insistía en que las tareas inconclusas de la revolución burguesa, y en particular la cuestión de la tierra, en los países con un desarrollo capitalista tardío solo podían resolverse mediante la lucha revolucionaria independiente de la clase obrera, encabezando tras ella a las masas de campesinos oprimidos. Al conquistar el poder, la clase obrera se vería obligada a llevar a cabo medidas de carácter socialista. Además, la revolución social en un determinado país oprimido solo podría sobrevivir mediante la extensión de la revolución a los países capitalistas avanzados y, en última instancia, a todo el mundo.
En lugar de luchar por la movilización política independiente y la unificación internacional de la clase obrera, Moreno, Blanco y la tendencia pablista de la que formaban parte desempeñaron un papel clave a la hora de sembrar confusión política entre los trabajadores y la juventud radicalizada de todo Perú y América Latina. Facilitaron el crecimiento de las guerrillas suicidas castristas y la influencia de los movimientos nacionalistas burgueses, que en última instancia sirvieron para someter aún más a los trabajadores y campesinos peruanos al imperialismo.
Además, su política entregó la influencia política sobre el campesinado a la burguesía nacional en contra de la clase obrera. Esto culminó con la reforma agraria de 1969 bajo la dictadura militar del Gral. Juan Velasco Alvarado, que disolvió todas las haciendas con indemnización, incluso obligando a los campesinos que ya habían tomado las tierras a pagar a sus anteriores propietarios. Liberado de prisión por Velasco, Blanco se opuso a convertirse en un rostro publicitario para la reforma y sus concesiones a los terratenientes, lo que provocó su expulsión al exilio. Sin embargo, los morenistas ya habían contribuido a bloquear la única alternativa: la lucha independiente de la clase obrera contra la burguesía. Esta situación fue aprovechada por las facciones estalinistas y maoístas del Partido Comunista, que aumentaron rápidamente su influencia en las sierras y apoyaron abiertamente a Velasco.
La desigualdad y la miseria siguen caracterizando las sierras rurales andinas. Hoy en día están controladas por una burguesía indígena campesina y comercial junto con las corporaciones mineras. Tienen los índices de pobreza más altos de todas las regiones geográficas de Perú, con un 86 por ciento que vive por debajo o al borde de la pobreza oficial. Mientras tanto, la continua privación de derechos políticos de las masas rurales y urbanas se ha visto confirmada por las repetidas dictaduras militares y golpes de estado, a medida que las facciones de la élite gobernante compiten por servir los intereses del imperialismo y sus empresas transnacionales mineras y agroindustriales.
Hoy, todas las fuerzas pseudoizquierdistas y estalinistas que aclaman a Blanco, junto con las burocracias sindicales que controlan, son hostiles a la movilización de los sectores clave de la clase obrera contra el régimen fascistizante de Dina Boluarte, que ha utilizado la fuerza letal para aplastar las protestas masivas contra el derrocamiento y arresto en diciembre del presidente electo Pedro Castillo.
En cambio, en un momento en que el 80 por ciento de los peruanos vive en zonas urbanas, todas las fuerzas nominalmente de “izquierda” insisten en ceder la iniciativa a las “tomas de Lima” por parte de la población indígena de las sierras, lo que ha dado lugar a varias marchas a la capital. Hoy estas fuerzas indígenas están controladas políticamente por las facciones burguesas locales, que fueron el apoyo principal del Gobierno de Castillo y que solo intentan obtener concesiones de las autoridades centrales y de las transnacionales mineras.
Extraer las lecciones de las traiciones cometidas contra la clase obrera por el morenismo y otras variantes del pablismo en Perú y a nivel internacional nunca ha sido más urgente. Por encima de todo, esto significa construir secciones del Comité Internacional de la Cuarta Internacional (CICI) en Perú y en toda América Latina para dirigir la movilización independiente e internacional de los trabajadores en lucha por la revolución socialista, liderando detrás de ella a todas las demás capas oprimidas de la población.
(Publicado originalmente en inglés el 16 de julio de 2023)