Tras años de estancamiento salarial y condiciones de explotación en las carreteras y los almacenes, los trabajadores de UPS quieren aprovechar la expiración de su actual contrato el 31 de julio para luchar contra el gigante de la paquetería, que el año pasado obtuvo unos beneficios de casi $14.000 millones.
Entre los 340.000 trabajadores de UPS existe un sentimiento generalizado de huelga, pero la burocracia de la International Brotherhood of Teamsters (IBT, Hermanidad Internacional de los Teamsters) está haciendo todo lo que está en su mano para sofocar la lucha.
Dada la naturaleza crítica del transporte de paquetes para la economía, los trabajadores de UPS tienen a su alcance una inmensa fuerza industrial. La cuestión decisiva es si la burocracia de la IBT les impedirá hacer realidad esta fuerza.
Es urgente que los trabajadores actúen ahora para evitar una traición. Esto requiere la formación de comités de base en cada centro de operaciones para sacar la lucha de las manos de la traicionera dirección de la IBT, romper su bloqueo informativo y ampliar la lucha para abarcar a los trabajadores de logística que se enfrentan a las mismas condiciones que los de UPS –en el Servicio Postal de Estados Unidos, Federal Express, Amazon, en los ferrocarriles, en los muelles y en el transporte por carretera– junto con otros sectores de la clase obrera en los EE.UU. e internacionalmente.
Los enemigos de los trabajadores de UPS están haciendo sus propios preparativos. La intervención de la administración Biden para bloquear la huelga de 120.000 ferroviarios el invierno pasado, bajo los auspicios de la Ley de Trabajo Ferroviario, debe tomarse como una advertencia. Biden volverá a estar preparado para intervenir en caso de huelga de UPS, incluso para imponer una orden judicial de vuelta al trabajo según la ley de Taft-Hartley.
Pero la administración Biden prefiere apoyarse en sus leales aliados que dirigen la IBT, para empezar, en Sean O'Brien, elegido en 2021 presidente del sindicato. O'Brien, estrecho colaborador del exsecretario de Trabajo Marty Walsh, ya ha desempeñado este papel. Asistió a siete reuniones en la Casa Blanca en 2022, seis de las cuales tuvieron lugar simultáneamente con la intervención de Biden para evitar la huelga ferroviaria. Dos de los sindicatos ferroviarios son filiales de la IBT: la Brotherhood of Locomotive Engineers and Trainmen (BLET) y la Brotherhood of Maintenance of Way Employees (BMWED).
O'Brien no ha proporcionado ninguna explicación creíble de su papel en el hundimiento de la huelga de los ferroviarios, pero cualquiera que conozca su historia apenas podría haberse sorprendido. Miembro durante mucho tiempo de la facción de James P. Hoffa de la burocracia de la IBT, Teamsters Power, O'Brien se enemistó con su mentor en 2017. O’Brien se distanció de su merecida reputación de corrupto y matón y se reinventó, inverosímilmente, como 'reformador sindical'. A los trabajadores de base no les convenció el lavado de cara. Ganó la elección a su cargo en 2021 con el voto más bajo de los Teamsters en su historia. De los 1,3 millones de Teamsters en Estados Unidos y Canadá, menos del 13% votó.
La difícil tarea de presentar a O'Brien como un reformista y un defensor de la democracia sindical se asigna a una organización llamada Teamsters for a Democratic Union (TDU) (Teamsters por un sindicato democrático). La TDU se presenta a los trabajadores como una organización de base. No es tal. Es una facción a sueldo de la burocracia, que opera dentro de la facción mayor Teamsters United, encabezada por Fred Zuckerman, presidente del Teamsters Joint Council 94, que controla el crucial UPS World Hub de Louisville, Kentucky.
Al presentar a O'Brien como un reformista, la TDU retoma un papel que ha desempeñado una y otra vez desde la década de 1980, cuando cooperó con el entonces fiscal Rudy Giuliani para barrer a la cúpula de la IBT, conectada con la mafia, que gobernaba el sindicato en aquellos años. De hecho, sólo gracias a su cooperación con el gobierno federal consiguieron los miembros de la TDU sus primeros puestos burocráticos importantes en la IBT. A partir de ahí, la TDU se aferró a la candidatura de Ron Carey, un burócrata de toda la vida en un local de UPS en Nueva York, presentándolo como un reformista y un servidor de las bases.
Después de que Carey se viera envuelto en un escándalo de corrupción y fuera destituido, la TDU pasó a buscar nuevos patrocinadores en la burocracia. Y así ha continuado, para que O’Brien hoy sea el objeto del entusiasmo de la TDU. La TDU está ahora abiertamente integrada en la administración de uno de los principales y odiados matones de Hoffa. Los trabajadores de UPS deben estar advertidos: Lejos de organizar la resistencia de las bases a la traición del contrato, la TDU actuará como un despiadado defensor de la burocracia. Su tarea es desviar la oposición de las bases hacia O'Brien y el aparato de los Teamsters.
La TDU está respaldada en sus esfuerzos por los Socialistas Democráticos de América (DSA). Los miembros del Congreso de EEUU que pertenecen a este grupo autodenominado 'socialista' apoyaron la prohibición de Biden de la huelga ferroviaria. Ahora está muy implicado en tratar de bloquear cualquier lucha independiente de los trabajadores de UPS con su falsa campaña 'listos para la huelga', que pretende aumentar la credibilidad tanto de O'Brien como del aparato de la TDU. El DSA se une a la TDU en su intento de orientar a los trabajadores hacia el Partido Demócrata. Ambos dicen a los trabajadores de UPS que el gobierno de Biden no emitirá una orden judicial como hizo contra los ferroviarios y que, a pesar de todas las pruebas en contra, puede ser presionado por los trabajadores para que se ponga de su lado.
Tanto la historia como la orientación de clase han unido al DSA y a la TDU. Las dos organizaciones remontan sus orígenes a Max Shachtman, que rompió con León Trotsky y el movimiento socialista internacional antes de la Segunda Guerra Mundial. Shachtman rechazaba la defensa de los logros históricos mundiales conseguidos por la clase obrera en la Revolución Rusa de 1917 y, más en general, la capacidad de la clase obrera para reconstruir la sociedad sobre bases mucho más elevadas, es decir, socialistas.
Esto llevó a los shachtmanistas a abrazar al imperialismo estadounidense durante las guerras de Corea y Vietnam y a integrarse a la burocracia antisocialista de la AFL-CIO. Hoy, ambas organizaciones apuntalan a la oficialidad de la AFL-CIO y sus principales personajes respaldan el baño de sangre de la administración Biden contra Rusia en Ucrania, una guerra que impulsa la inflación, se usa para justificar la austeridad social y amenaza con una guerra nuclear.
La TDU oculta esto a los trabajadores, pero no se detiene ahí. La TDU oculta la historia de la acusación federal RICO (Organizaciones Chantajistas Influenciadas y Corruptas) que allanó el camino para su entrada en la burocracia nacional de la IBT. Encubre la historia de los burócratas a los que apoya. Y falsifica la historia de la última gran huelga de UPS en 1997 al presentarla como una victoria completa para los trabajadores de base.
Los trabajadores necesitan conocer esta historia, porque contiene lecciones cruciales para las luchas actuales, que empiezan con la de UPS. La historia de la TDU expone la bancarrota de una perspectiva que todavía se está dando a entender a los trabajadores de todo el mundo. Esa perspectiva es, primero, que los sindicatos pueden ser reformados y convertidos en instrumentos de la lucha de clases mediante el avance de burocracias supuestamente 'progresistas'. Y segundo, que hay que bloquear a los trabajadores de la política socialista.
Toda la historia de la TDU demuestra, por encima de todo, la necesidad de la completa independencia de los trabajadores de todos los sectores de la burocracia y del establishment político capitalista.
El llamamiento del Partido Socialista por la Igualdad a la creación de comités de base no es sólo un eslogan. Dichos comités proporcionan una forma concreta a través de la cual los trabajadores pueden promover sus intereses. La auténtica democracia en el lugar de trabajo, incluidas propuestas elementales como la discusión abierta de estrategias y tácticas, sólo es posible en comités de base libres de las miradas indiscretas de la burocracia y sus espías. Por su propia naturaleza, la burocracia obrera se opone a otros pasos necesarios, como el control obrero en el taller y la expansión de las luchas a otros sectores de la clase obrera en EE.UU. e internacionalmente.
La verdadera democracia en el lugar de trabajo también significa rechazar la prohibición de la discusión sobre el socialismo impuesta por la burocracia laboral y apoyada por la TDU. No todos los trabajadores que se unan al comité de base serán socialistas. Pero el desarrollo de la propia lucha de clases plantea la cuestión de la lucha política por el poder. Esta comprensión, y las tareas que se derivan de ella, deben ser llevadas a la clase obrera por un partido socialista enraizado en las lecciones de la larga historia de la lucha de clases y del socialismo. Esta es la concepción rectora del Partido Socialista por la Igualdad y del Comité Internacional de la Cuarta Internacional.
El hecho de que las luchas de los trabajadores sean también luchas políticas no es algo introducido sigilosamente en lo que de otro modo serían cuestiones 'sindicales puras y simples'. Es una realidad, demostrada por la amarga experiencia de los trabajadores de todo el mundo a lo largo de casi dos siglos de historia, y más recientemente en EEUU, desde el aplastamiento por parte de la administración Reagan de la huelga de controladores aéreos PATCO en 1981, hasta la intervención de Biden contra los ferroviarios el año pasado, pasando por la historia de la IBT y la propia TDU.
La crisis de los 1970s y los orígenes de la TDU
Cuando se formó la TDU en 1976, los sindicatos estadounidenses llevaban mucho tiempo controlados por un aparato nacionalista y pro capitalista. Los líderes sindicales apoyaban explícitamente el derecho de las corporaciones a obtener beneficios, ya fueran 'progresistas' como Walter Reuther del UAW, o 'patronales' como Jimmy Hoffa de la IBT.
Esta perspectiva, traicionera para los trabajadores como era, no excluía la mejora del nivel de vida durante el periodo de supremacía económica estadounidense que prevaleció desde los años cuarenta hasta finales de los sesenta, el apogeo del UAW y la IBT. Mientras todo el pastel económico crecía, los capitalistas pensaban que lo más seguro era compartir algunas migajas con los trabajadores. La patronal automovilística aún recordaba las insurreccionales ocupaciones de plantas de 1936 y 1937, cuando se puso en entredicho su control de la producción. En cuanto a los ejecutivos y accionistas de las empresas de transporte de EE.UU., no podían haber olvidado que los camioneros de larga distancia se habían organizado en la IBT a partir de la Huelga General de Minneapolis de 1934, una lucha organizada y encabezada por seguidores de León Trotsky. De hecho, la propia Revolución Rusa, que Trotsky y Lenin habían dirigido, era todavía un recuerdo vivo.
Sin embargo, justo cuando la TDU y otros grupos similares de reforma sindical entraban en los sindicatos, el terreno bajo el que se asentaban las organizaciones sindicales estaba cambiando. Durante las décadas siguientes, los sindicatos declinarían y degenerarían, y finalmente se transformarían en los instrumentos de las corporaciones y el Estado que son hoy en día. El papel más básico de los sindicatos dentro de la economía política demuestra esta transformación. En la década de 1960, en las negociaciones contractuales, los sindicatos aún representaban a los trabajadores ante los propietarios; intentaban mejorar o al menos mantener los salarios y las condiciones, aunque siempre dentro de las limitaciones del mercado capitalista y la legalidad burguesa. Pero en la década de 1980, en las negociaciones contractuales, los sindicatos representaban a los propietarios frente a los trabajadores, y su mantra, que continúa hasta el presente, era: 'Acepta este mal acuerdo o vas a perder tu trabajo'.
Esta transformación se puso en marcha por los cambios en la producción económica mundial en la década de 1970, que ejercieron una fuerte presión a la baja sobre las tasas de beneficio, y por el declive del capitalismo estadounidense, que encontró su expresión en la erosión del valor del dólar. La inflación del dólar, a su vez, obligó a los trabajadores a luchar. A lo largo de la década de 1970, millones de trabajadores se declararon en huelga para mantener los salarios al mismo ritmo que los precios. Pero los capitalistas, cuyos márgenes de beneficio se estaban estrechando, se empeñaban en reducir los salarios y hacer retroceder las regulaciones.
En estas condiciones alteradas, el compromiso inquebrantable de las burocracias sindicales con el derecho a los beneficios de la 'libre empresa estadounidense' preparó el terreno para un enfrentamiento masivo con los trabajadores a los que decían representar, incluso en UPS, donde en 1973 los conductores y trabajadores de almacén de Ohio y Pensilvania llevaron a cabo una huelga salvaje 'desafiando abiertamente las amenazas y sanciones de la International Brotherhood of Teamsters', como la describió un historiador. [1]
Los trabajadores de base forzaron huelgas que sacudieron muchos sectores, como el transporte marítimo, el automóvil, el carbón, el servicio postal y la educación. Los jóvenes trabajadores, muchos de ellos radicalizados por la guerra de Vietnam, lucharon heroicamente para convertir a los sindicatos en organizaciones combativas, incluso en la IBT. Pero cuanto más luchaban los trabajadores, más se solidarizaban los sindicatos con los capitalistas.
No fue por falta de militancia por lo que las bases no pudieron derrocar a la podrida y traicionera dirección. Los trabajadores de los años 70 habían vivido la época de mejora del nivel de vida de los años 50-60. Muchos aún recordaban 'los hambrientos años 30'. Pero la crisis de los 70 significó que la era del compromiso de clase había terminado. La propia crisis exigía a gritos una clarificación de las líneas básicas de clase y una lucha para separar a los trabajadores de los partidos políticos capitalistas. De hecho, fue la falta de una perspectiva anticapitalista internacional lo que allanó el camino para una contraofensiva de la clase dominante que, en Estados Unidos, adoptó primero la forma de la desregulación de sectores clave de la economía, incluidos el transporte por carretera y el transporte en general.
La TDU y grupos similares entraron en la brecha con la intención específica de bloquear esta aclaración política. La TDU se opuso amargamente a la Liga Obrera–precursora del Partido Socialista por la Igualdad–, que luchaba por la conciencia socialista entre los obreros, una perspectiva que giraba en torno a expulsar a los burócratas procapitalistas de los sindicatos y arrancar a los obreros del Partido Demócrata mediante la formación de un Partido Obrero basado en los sindicatos. La Liga Obrera ganó a trabajadores militantes para su bandera en varias industrias. La TDU y los grupos de reforma laboral lucharon para bloquear esto, limitando a los trabajadores militantes a cuestiones supuestamente 'sindicales'. De hecho, insistían en que en realidad sólo había un problema sindical único: la corrupción.
En la degeneración de los sindicatos intervino mucho más que la corrupción, por muy extendida que estuviera y siga estando. En la década de 1970, los procesos que se conocieron como globalización estaban socavando la viabilidad de todas las organizaciones de trabajadores de ámbito nacional. Los avances en informática, telecomunicaciones y tecnología naviera habían abierto nuevas posibilidades en la logística del transporte, que a su vez podían utilizarse para la desagregación de la producción fabril en cadenas de suministro de gran alcance.
Los capitalistas estadounidenses vieron en estas nuevas eficiencias, inmensamente progresistas por derecho propio, una oportunidad de luchar contra sus rivales económicos internacionales por aumentar la explotación y asegurar nuevas corrientes de beneficios. Para conseguir estas ventajas, había que cambiar las reglas que durante tanto tiempo habían regido el transporte por carretera y el servicio de paquetería. Políticos de ambos partidos se pusieron al servicio de la desregulación, con el senador liberal demócrata Edward 'Ted' Kennedy, de Massachusetts, a la cabeza. Las sucesivas administraciones presidenciales, que culminaron bajo la presidencia de Jimmy Carter, con la aplicación de la Motor Carrier Act (MCA) de 1980, se centraron en las normativas y controles sobre el transporte por carretera supervisados por la Interstate Commerce Commission (ICC) y el National Master Freight Agreement (NMFA) que regula los salarios y condiciones de los conductores de Teamsters [2].
Los demócratas también encabezaron la desregulación de la industria aérea en que abrieron la puerta a un feroz ataque contra los trabajadores de las aerolíneas. En 1981, el presidente republicano Reagan despidió a 13.000 controladores aéreos, algo que aplicaba un plan elaborado por el secretario de transportes de Carter. Aunque esto provocó una de las mayores manifestaciones de la historia en Washington D.C., la masiva protesta del Día de la Solidaridad del 19 de septiembre de 1981, y el apoyo popular a una huelga general para defender a los controladores aéreos PATCO, la AFL-CIO bloqueó cualquier acción, algo que allanó el camino para más de una década de ataques antisindicales y recortes salariales supervisados por ambos grandes partidos empresariales.
Al igual que otros sindicatos, el número de miembros de los Teamsters y los salarios de los camioneros y trabajadores de almacén cayeron en picado. En 1979, los Teamsters contaban con 1.975.000 afiliados cotizantes. En 1983, esta cifra se redujo a 1.616.000. La IBT pasó de representar al 60 por ciento de los camioneros antes de la desregulación, a sólo el 25 por ciento en 2000. Entre 1977 y 1987, el salario real por kilómetro de los conductores disminuyó un 44 por ciento. Los trabajadores lo compensaron por trabajar más horas, obligados a poner en peligro su propia seguridad. No obstante, los ingresos anuales reales cayeron un 30 por ciento entre 1977 y 1995. A finales de la década de 1990, los salarios reales del sector no eran mejores que en la década de 1950. Estas tendencias han continuado. Hoy en día, los camioneros y repartidores transportan más y cobran menos que en los años 70 en términos reales. Su importancia crucial para la economía, que se paralizaría sin ellos, se ve recompensada con una explotación cada vez mayor. [3]
La IBT no sólo no opuso resistencia a esta ofensiva. Conspiró con las corporaciones contra los trabajadores a los que decía representar. En las negociaciones cruciales de 1982 y 1983, aceptó una congelación salarial de tres años para los camioneros de larga distancia y un sistema salarial de dos niveles. Posteriormente, la IBT abandonó los contratos sectoriales, para que se determinara en vez su posición negociadora según la supuesta salud financiera de la empresa. A las empresas de transporte en dificultades se les concedieron contratos muy ventajosos a cambio de acciones de la empresa (Planes de Propiedad de Acciones para Empleados, o ESOP), acuerdos que nunca superaron el 49 por ciento de la propiedad para los trabajadores. Norman Weintraub, director de Investigación de los Teamsters, comentó: 'Las empresas que no tienen problemas no quieren compartir la propiedad'. En otras palabras, la IBT cambió salarios y horas por acciones de basura. [4]
Los camioneros y los trabajadores de paquetería de Estados Unidos estaban siendo atacados políticamente por las empresas, los políticos y 'su propio' sindicato. Pero la TDU, que para 1979 había agrupado a varios otros grupos reformistas de Teamsters –incluida una organización centrada en la salud y la seguridad llamada PROD, o Consejo de Conductores Profesionales, fundada con el respaldo del activista por los derechos de los consumidores Ralph Nader en 1971[5]– se empeñó en excluir la aclaración política de las luchas en el lugar de trabajo. El resultado fue que desarmó a los trabajadores ante la ofensiva del capital.
La política de la TDU
La concepción de que la política no es para los trabajadores ya tenía su propia historia. Los miembros iniciales de la TDU, fundada en 1976, eran jóvenes de clase media enviados al sindicato Teamsters por una organización llamada los Socialistas Internacionales (IS), que había surgido en 1962 del Partido Socialista de América, dirigido por Shachtman, un ex trotskista estadounidense que se movió bruscamente a la derecha después de romper con la Cuarta Internacional en 1940.
La IS se centró en los campus universitarios, especialmente en la Universidad de California, Berkeley, donde Ken Paff, uno de los fundadores de la TDU y su organizador nacional hasta 2021, era estudiante, y donde trabajaba la principal figura de la IS, Hal Draper. Draper imaginaba que su táctica de entrar en los sindicatos era única en la historia del mundo. 'Ningún grupo marxista ha llevado a cabo nunca un trabajo revolucionario sistemático en los sindicatos', declaró ignorantemente. [6] De hecho, los marxistas (¡para empezar, Karl Marx!) han llevado a cabo trabajo en los sindicatos. Pero los marxistas lo han hecho para elevar la conciencia obrera de la lucha de clases.
La TDU fue sólo una de las diversas iniciativas de los años setenta que, en respuesta al masivo levantamiento de las bases de la década, pretendían canalizar la ira de los trabajadores detrás de burócratas supuestamente 'progresistas'. Estas tendencias se aglutinaron en torno a una publicación llamada Labor Notes, fundada por los miembros de IS Kim Moody, Jane Slaughter y Jim West en 1979. Los diversos grupos de reforma sindical incluían a Mineros por la Democracia en la United Mine Workers of America, Steelworkers Fightback en la United Steelworkers y, algo más tarde, el movimiento New Directions en la United Auto Workers. La participación de la IS y otras agrupaciones de clase media varió en cada sindicato. Fue más fuerte dentro de los Teamsters. [7]
La TDU se hizo con un cierto número de seguidores entre las bases; llegó a contar con unos 8.000 trabajadores afiliados en su momento álgido. En ocasiones, los miembros de la TDU demostraron valor físico. En un caso, Pete Camarata (1946-2014), trabajador de un almacén de Detroit, fue golpeado casi hasta la muerte tras criticar al presidente del sindicato, Frank Fitzsimmons, en la convención nacional de los Teamsters celebrada en Las Vegas en 1976. En 1983, un grupo creado específicamente para intimidar a los disidentes sindicales, la Hermandad de Americanos Leales y Teamsters Fuertes (BLAST), atacó una reunión de la TDU en Cleveland: se apoderó del estrado, arrancó pancartas y echó a los miembros de la TDU del edificio. Según los archivos del gobierno, entre los atacantes de BLAST en Cleveland se encontraban 'los presidentes de dos locales de los Teamsters, un vicepresidente local, dos secretarios-tesoreros, tres administradores sindicales, un organizador y al menos 10 agentes comerciales del sindicato internacional'. [8]
El problema no era la falta de coraje de individuos como Camarata, un trabajador educado en el antiguo Local 299 de Detroit de Jimmy Hoffa. El problema era la perspectiva de la IS, que dominaba el movimiento reformista de los Teamsters. La orientación de la TDU es ahora, y siempre ha sido, hacia la burocracia, nunca hacia la clase trabajadora, a pesar de toda la retórica sobre el poder de las bases.
La IS operaba desde la perspectiva de que los trabajadores estaban irremediablemente atrasados, y que lo más que se podría conseguir sería presionar a los sectores supuestamente progresistas de la burocracia sindical hacia la izquierda, para que algún día se creara un 'espacio' para sus miembros. Hasta entonces, los miembros de IS en la TDU se guardarían sus ideas políticas para sí mismos. Este impresionismo político se formó a partir de la creencia de que nunca se podría ganar a los trabajadores estadounidenses para una perspectiva socialista. Como dijo el fundador de Labor Notes, Kim Moody:
El hecho de que la inmensa mayoría de los trabajadores carezcan incluso de una forma coherente de ver el mundo con conciencia de clase dificulta que el socialismo sea escuchado. La gran carencia en EEUU en este momento es la falta de un mar de trabajadores con conciencia de clase en el que naden las ideas y organizaciones socialistas. ¿Cómo podemos ayudar a crear ese mar? Los socialistas podemos construir organizaciones y luchas de transición que ayuden a elevar la conciencia de clase de los trabajadores activistas.
Esta 'estrategia de base', añadió, 'parte de la experiencia, las luchas y la conciencia de los trabajadores tal y como son hoy, pero ofrece un puente hacia una conciencia de clase más profunda y una política socialista'. [9] Según Dan La Botz, miembro fundador de la TDU, sólo a través de esa lucha los trabajadores 'se abrirían no sólo a una acción más militante [sino] a la lucha por la democracia en sus sindicatos' y, en última instancia, 'también a las ideas socialistas'. [10]
Resultó que el 'puente' de la IS hacia la 'política de transición' estaba realmente muy lejos. Como dijo La Botz, el 'declive de los movimientos sociales de los años 60 y 70... significó que la construcción de un partido socialista revolucionario estadounidense se pospuso al menos otra generación' (subrayado nuestro). En consecuencia, los jóvenes de clase media enviados a los sindicatos no debían luchar por el socialismo sino por la 'democracia sindical', la única cuestión que los dirigentes de la TDU pensaban que los trabajadores podían entender o aceptar.
En realidad, el destierro de la política significaba la exclusión de la política socialista y la continua subordinación política de la clase obrera al Partido Demócrata y al capitalismo. Desde el principio, admitió La Botz, 'siempre existió el temor de que un énfasis en el socialismo pudiera ahuyentar a los activistas de los Teamsters'. ¿La solución? Los miembros de la IS ocultaron su política a los trabajadores, incluso cuando cada vez más abrazaban al Partido Demócrata. Sólo hablaban de 'sus convicciones socialistas y de su pertenencia a la IS con sus colaboradores más cercanos, aunque sólo fuera para asegurarse de que los trabajadores de base de los Teamsters no se vieran sorprendidos' si los miembros de la IS eran descubiertos por burócratas hostiles.
En cualquier caso, cualquier idea que los activistas de la IS pudieran haber tenido sobre la concienciación de clase fue rápidamente descartada. Como explica La Botz:
Dentro de la TDU, la IS abandonó pronto prácticamente todos los esfuerzos de propaganda socialista y renunció a los intentos de reclutar nuevos miembros para el socialismo... Los dirigentes de la IS en la TDU redujeron por tanto sus expectativas y se centraron en mantener la TDU como polo de atracción militante dentro de la IBT... El resultado fue un cierto cambio en la actividad de la TDU, que pasó de centrarse en las luchas de los trabajadores contra la patronal a nivel local a hacer hincapié en las campañas contractuales nacionales, la organización dentro del sindicato en torno a cuestiones democráticas y las elecciones para cargos locales…
Con el objetivo a largo plazo de hacerse un hueco dentro de los Teamsters, la TDU creó un periódico nacional, contrató a Paff como organizador a tiempo completo y consiguió una oficina nacional en Washington D.C. A través de estos medios, 'los miembros de la TDU fueron elegidos líderes locales en diversos sindicatos, desde Denver hasta Atlanta'. [11]
Detrás del engaño de la TDU no estaba el miedo a los trabajadores supuestamente derechistas, sino a alienar a sectores de la burocracia sindical anticomunista, con la que la TDU esperaba colaborar. Incluso en la década de 1970, en medio de la última gran oleada huelguística de la historia de EE.UU., la IS equiparó el anticomunismo de los burócratas sindicales–que tenía sus raíces en la defensa de sus posiciones privilegiadas dentro del sistema capitalista–con el de los trabajadores, quienes, independientemente de su confusión política, estaban siendo objetivamente empujados a una lucha contra el sistema de ganancias y los dos partidos controlados por las corporaciones que lo defendían.
De hecho, Moody y los demás ex radicales de la IS no podían imaginar ninguna lucha política seria fuera de las burocracias sindicales nacionales. 'Por su tamaño y ubicación crítica en la producción, los sindicatos siguen siendo la expresión central organizada del conflicto de clase cotidiano', escribió Moody. 'Los intentos de saltar por encima de ellos a lo 'político' [resultarán en] marginación'. En opinión de Moody, los que intentan explicar la naturaleza de clase de las luchas obreras están muy equivocados:
Se ha argumentado una y otra vez que los trabajadores deberían participar en luchas 'políticas' que, según se afirma, crearán una conciencia más amplia sobre la que se podrá construir la lucha por un cambio social fundamental... La elección de exactamente qué es suficientemente 'político' para transformar adecuadamente la conciencia es invariablemente adelantada por algún grupo autoproclamado... Claramente, la política no ha demostrado ser un remedio para la conciencia desigual o conservadora más que las luchas salariales o en el lugar de trabajo.
Con esta perspectiva en mente, Labor Notes se dedicó a identificar y cultivar sectores de la burocracia con los que esperaba trabajar. En las décadas de 1980 y 1990, Labor Notes elaboró varios manuales prácticos para la reforma sindical y celebró numerosas conferencias y talleres en los que se elaboraron estas cuestiones supuestamente 'prácticas' y 'sindicales'. El socialismo quedó excluido de los debates.
La prohibición del socialismo en su agitación resultó significar también el destierro del mismo de sus propias cabezas. TDU y Labor Notes siempre se negaron a analizar las causas profundas de la dirección reaccionaria que dominó los sindicatos de la AFL-CIO en las décadas de 1970 y 1980. Los reformistas sindicales nunca pudieron enfrentarse a la evolución de la lucha de clases que socavaba objetivamente su propia perspectiva nacionalista. Todavía en 2001, por ejemplo, Moody despreciaba la importancia de la globalización: la llamó 'Globaloney' [es decir, una tontería]. Los avances en tecnología y comunicación no habían cambiado nada en realidad. Después de todo, explicaba, 'la mayoría de las cosas, incluida la producción y el consumo de la mayoría de los bienes y servicios, siguen ocurriendo a nivel nacional' [20].
Hay que decirlo claramente: El balance de TDU, Labor Notes y otros esfuerzos de reforma sindical es catastrófico, si el éxito se mide por los resultados para los trabajadores. En las principales industrias en las que estos supuestos reformistas desempeñaron un papel importante o de liderazgo–camión, carbón, acero, automóvil, telecomunicaciones y transporte público–se han perdido millones de puestos de trabajo desde la década de 1970, y los salarios, las prestaciones y la seguridad de los trabajadores se han retrocedido décadas.
Todos los manuales, libros y conferencias no sirvieron para cambiar la trayectoria de la IBT, la UAW o la AFL-CIO. Esto se debe a que el papel de los sindicatos en la economía política más amplia estaba, y está, determinado no por las características personales de los burócratas individuales, sino por la naturaleza históricamente condicionada de las organizaciones.
¿De dónde viene la corrupción sindical?
La política sin principios crea extraños compañeros de cama. Con el fracaso de su perspectiva reformista, la TDU corrió de cabeza a los brazos de la administración Reagan-Bush, que persiguió a la IBT en 1988 en virtud de la antidemocrática Ley de Organizaciones Corruptas e Influenciadas por Chantajes (RICO). El caso fue instruido por el entonces fiscal del distrito sur de Nueva York, Rudolph Giuliani.
La TDU había hecho campaña a favor de la intervención federal en la IBT durante toda la década de 1980. En 1987, Paff apeló directamente al fiscal general de EE.UU., Edwin Meese; escribió: 'Sólo hay una 'reorganización' en virtud de la ley RICO que el gobierno pueda llevar a cabo de forma efectiva: ordenar a la IBT que celebre elecciones de base bajo supervisión gubernamental para todos los directivos internacionales'[13]. Un asesor jurídico de la TDU, Michael Goldberg, reconoció posteriormente que la TDU había cooperado íntimamente con la investigación federal dirigida por Giuliani 'antes de que se llegara a un acuerdo' [14].
El resultado fue una intervención sin precedentes en la historia del sindicalismo estadounidense. Cientos de funcionarios de los Teamsters fueron finalmente destituidos de sus cargos por fideicomisarios nombrados por el gobierno. El Decreto de Consentimiento que la IBT firmó con el gobierno federal en 1989, para evitar el procesamiento penal, estableció una Junta de Revisión Independiente (IRB) y toda una oficina de investigación controlada por abogados corporativos y financiada con millones de dólares de las cuotas sindicales. Entre sus destacados miembros se encontraba William H. Webster, exdirector del FBI y de la CIA, nombrado en 1992[15].
El IRB tenía autoridad para promulgar normas para la IBT, supuestamente diseñadas para erradicar la corrupción. Podía expulsar a cualquier miembro por 'conducta impropia del sindicato', incluso por desafiar los edictos del IRB. Esta oficina estaba dispuesta a inclinar la balanza a favor de cualquier facción de la burocracia que considerara más maleable a los intereses del estado[16]. La dirección de la TDU era consciente de que su propio destino dependía de este interés; hizo campaña contra los esfuerzos del hijo de Jimmy Hoffa, James P. Hoffa, por deshacerse de él. En un artículo de 2018 publicado en el sitio web de la TDU, la organización se quejó de que la facción burocrática de Hoffa 'ha tratado durante años de obstaculizar o eliminar el IRB y sus investigaciones de corrupción [que] ha funcionado durante 24 años para erradicar a los funcionarios corruptos de los Teamsters' [17].
Los líderes de la TDU –algunos de los cuales consiguieron puestos vacantes tras la limpieza federal– acogieron con satisfacción la intervención estatal en los Teamsters porque, afirmaban, las reformas constitucionales impuestas por los administradores federales reflejaban sus reivindicaciones de siempre. En palabras involuntariamente irónicas de un activista de la TDU de Chicago, 'la historia de la transformación democrática [de los Teamsters] comenzó con el fideicomiso' [18].
Nunca se ha explicado cómo la 'democratización de las instituciones y prácticas sindicales' –en palabras de otro antiguo activista de la TDU [19]– podría ser impuesta por el gobierno federal. La TDU tampoco ha explicado la absurda idea de que la administración Reagan-Bush actuaría en nombre de la 'democracia sindical' y en nombre de los trabajadores de Teamsters, la misma administración que había 'aplastado a los controladores aéreos de PATCO, encarcelado a decenas de trabajadores militantes y encabezado la mayor campaña antisindical en medio siglo' [20].
La medida del gobierno federal contra la IBT no estaba motivada por la preocupación por la democracia sindical. Estaba motivada por el temor a que el mayor sindicato del país se hundiera y dejara de desempeñar su papel de contención de la lucha de la clase trabajadora en un sector clave de la economía. El resultado final de su intervención fue la consolidación de la influencia estatal y empresarial sobre la IBT.
Como ya advirtió en 1981 el Bulletin, precursor estadounidense del World Socialist Web Site:
La propia TDU no puede proporcionar el liderazgo alternativo que se necesita en los Teamsters, porque no se enfrenta a las cuestiones políticas centrales. Reduce la lucha por el liderazgo dentro del sindicato a la cuestión de la corrupción. La inutilidad de esta perspectiva se expresa en el hecho de que TDU se opone a la corrupción sobre la base de una demanda de investigaciones gubernamentales, cuando el propio estado capitalista es la principal fuente de corrupción. El gobierno persigue tales investigaciones no para 'limpiar' los sindicatos, sino para debilitarlos. La corrupción fluye de la orientación política de derechas de la burocracia de los Teamsters para defender el capitalismo y el estado capitalista, y no al revés [21].
El Bulletin estaba en lo cierto. La evolución derechista y pro capitalista de los Teamsters no hizo sino acelerarse tras la desaparición (y presunto asesinato) de Jimmy Hoffa en 1975[34]–el año anterior a la fundación del TDU. Bajo los sucesores de Hoffa, Fitzsimmons, Roy Williams, Jackie Presser y Billy McCarthy, también se profundizó la influencia del crimen organizado sobre los Teamsters, que atrajo gran atención mediática. Los burócratas de la IBT se pagaban a sí mismos cientos de miles de dólares, e incluso controlaban cuatro jets privados para 'viajes oficiales'.
El lugar de los chantajistas en la IBT se mantuvo hasta la década de 1980, cuando los directivos de los Teamsters se aseguraron de que sus miembros cruzaran las líneas de piquete en una huelga tras otra [22]. En esa década, los presidentes de los Teamsters de los que se sabía que tenían conexiones con el crimen organizado se ganaron el apoyo activo de los dos partidos mayoritarios, así como de los presidentes Ronald Reagan y George H. W. Bush [23]. En 1981, cuando el gobierno de Reagan se preparaba para aplastar la huelga de PATCO–una derrota decisiva en la historia del sindicalismo estadounidense–Reagan envió un vídeo de condolencias a la convención anual de los Teamsters, en que elogió al recientemente fallecido presidente del sindicato, Fitzsimmons, un conocido chantajista. 'Como he dicho anteriormente, Frank se ganó el respeto de los líderes empresariales y políticos como negociador afable pero duro', dijo Reagan. 'También se ganó amistades, incluida la mía' [24]. Reagan y Bush mantuvieron esa 'amistad' con Jackie Presser, que trabajaba simultáneamente con el crimen organizado de Cleveland y como informante del FBI, que le protegía mientras saqueaba a los Teamsters por valor de millones [25].
Sin embargo, como explicaba el Bulletin, el poder de los chantajistas en el sindicato tenía sus raíces en el rechazo histórico de la IBT a la política socialista, y de hecho era aceptado y en ocasiones fomentado por el gobierno federal.
Esto se remonta a 1941. En ese año, el joven Jimmy Hoffa fue enviado desde Detroit con una banda de matones por el antiguo presidente del sindicato, Daniel Tobin, para acabar con la dirección trotskista del Local 544 de Minneapolis, que bajo los socialistas Farrell Dobbs, Carl Skoglund y los hermanos Dunne (Vincent, Miles y Grant) había llevado a cabo una exitosa huelga general en 1934 que, a su vez, había conducido al rápido crecimiento de la IBT entre los camioneros de larga distancia de todo el Medio Oeste. Tobin cooperó íntimamente con la administración Roosevelt, que estaba a punto de lanzar los juicios de la Ley Smith contra Dobbs junto con el resto de la cúpula trotskista en preparación de la entrada de EEUU en la II Guerra Mundial. [26]
Hoffa admitió que había aprendido a organizarse con Dobbs y los Dunne, y siempre los recordó como amigos. 'Farrell Dobbs era un gran organizador y un brillante estratega', recordó Hoffa más tarde en su autobiografía de 1970. 'Dobbs también veía en los sindicatos una gran fuerza política potencial. No podía estar de acuerdo con él entonces, ni lo estoy ahora'. [27]
Al volverse contra Dobbs, y contra el socialismo, Hoffa estaba trazando su futuro curso en la IBT como un oportunista despiadado dispuesto a apoyarse en elementos del hampa para reforzar su poder. No podía entender que la estrategia de Dobbs surgía de la perspectiva política del socialismo internacional. Fue esto lo que permitió a Dobbs percibir el valor estratégico de organizar a los conductores de larga distancia, a quienes Tobin y el resto de la vieja AFL habían despreciado como 'la chusma'. De hecho, lo que Minneapolis, 1934, demostró–un hecho que la TDU pasó por alto–fue que una dirección declaradamente socialista podía dirigir a los trabajadores en la lucha y ganar. [28]
Sin embargo, el gobierno federal no perdió la lección. A partir de la persecución de los trotskistas dentro de los Teamsters por la Ley Smith y durante medio siglo, Washington aceptó tácitamente el crimen organizado en la IBT, aunque de vez en cuando organizara audiencias e investigaciones muy publicitadas, sobre todo la campaña de una década de Robert Kennedy para meter a Hoffa entre rejas. El objetivo de Robert Kennedy no era restaurar la democracia sindical, sino debilitar el control del sindicato en este sector estratégico de la economía, el mismo objetivo que motivó la desregulación económica de su hermano, Ted Kennedy, en los años setenta.
La investigación RICO de Giuliani, apoyada por la TDU, representó un avance cualitativo en el control estatal sobre los sindicatos estadounidenses. Además, ha servido de modelo para posteriores intervenciones federales en los sindicatos, sobre todo para las elecciones de este año a la presidencia del UAW, supervisadas por el gobierno federal, en las que otro burócrata supuestamente 'reformista', Shawn Fain, accedió al cargo. Al igual que Ron Carey, Fain es celebrado por la pseudoizquierda como si fuera a transformar la UAW en una organización de lucha. Pero en el poco tiempo que lleva en el cargo, Fain ya ha intentado aislar y estrangular una huelga crítica entre los trabajadores de piezas del UAW.
Según el pensamiento liberal, los sindicatos independientes son un sello distintivo de una sociedad democrática que funciona. Tal vez por esta razón, los juristas se preocuparon por el precedente establecido por el decreto de consentimiento firmado por los Teamsters. ¿Era ya la IBT un sindicato genuinamente independiente? ¿En qué se diferenciaba de los sindicatos abiertamente controlados por regímenes autoritarios? [29]
De hecho, la intervención estatal en la IBT es sólo un ejemplo transparente de una tendencia en el desarrollo histórico de los sindicatos señalada por León Trotsky en uno de sus últimos escritos– 'su acercamiento y crecimiento junto al poder estatal'.
'El capitalismo monopolista no se basa en la competencia y la libre iniciativa privada, sino en el mando centralizado', explicó Trotsky en 1940. 'Las camarillas capitalistas a la cabeza de poderosos fideicomisos, sindicatos, consorcios bancarios, etc., contemplan la vida económica desde las mismas alturas que el poder estatal; y requieren a cada paso la colaboración de este último... Al transformar los sindicatos en órganos del Estado, el fascismo no inventa nada nuevo; simplemente lleva hasta sus últimas consecuencias las tendencias inherentes al imperialismo'. [30]
Trotsky concluyó este artículo, que se encontró en su escritorio tras su asesinato a manos de un asesino estalinista, por insistir en que los sindicatos genuinamente democráticos e independientes 'sólo podrían garantizarse mediante una dirección completamente revolucionaria'. Trotsky predijo que en la época de decadencia imperialista los sindicatos servirían en última instancia o bien como instrumentos de la explotación de clase, o bien como órganos de la revolución obrera. No podía haber término medio.
La evolución de los Teamsters demuestra negativamente el punto de Trotsky. Hace tiempo que dejó de representar a los trabajadores. Es una organización que busca representar a las grandes corporaciones y al estado, y que sobrevive a su merced.
La TDU también ha evolucionado. La bancarrota de su esfuerzo por reformar los Teamsters quedó expuesta con su abierta aceptación de la intervención estatal en 1988 y su posterior integración con el ala Carey de la burocracia.
Ron Carey y la transformación de la TDU
La subordinación de la TDU a la investigación RICO de Giuliani tuvo consecuencias políticas. Con la tutela del gobierno como mecanismo, la TDU empezó a reconstituirse como una facción dentro de la burocracia de la IBT, una burocracia que ha demostrado ser más hostil que nunca a los trabajadores de base. El nuevo éxito de la TDU a principios de los 90 –ampliamente celebrado por todo el entorno de pseudoizquierda– no se basó en un movimiento de las bases, como había afirmado que era su objetivo, sino en la generosidad del estado capitalista.
La gran ruptura de la TDU tras la investigación RICO se produjo en las primeras elecciones de la IBT supervisadas por el gobierno, en 1991, cuando se unió a los poderosos intereses que apoyaban a Ron Carey para presidente del sindicato. Como admite La Botz, 'la organización nacional de la TDU funcionó como organización de la campaña de Ron Carey'. [31]. 'La victoria de Carey, que también supuso la promoción de varios miembros de la TDU a la junta ejecutiva del sindicato y de muchos otros a puestos burocráticos menores, fue recibida con entusiasmo por los medios de comunicación capitalistas, incluido el New York Times, que vio en Carey 'una nueva leyenda para las bases', 'un triunfo de la democracia sindical sobre el crimen organizado', 'un líder honesto y directo', 'un incendiario', 'un auténtico outsider', 'un personaje de ‘Frank Capra–Sr. Smith va a Washington’', 'un regalo para sus afiliados'. [32]
Hasta el día de hoy, la TDU presenta la victoria de Carey como la culminación de una oleada democrática. Pero no fue así. Carey obtuvo el 48% de los votos, pero sólo el 28% de los Teamsters se molestaron en votar. En cuanto al número total de afiliados, sólo obtuvo el 15%. Las encuestas internas previas a la votación mostraron que la mayoría de los Teamsters no tenían ni idea de quién era Carey o los otros candidatos principales. [33]
Probablemente fue mejor para la TDU que Carey fuera desconocido. No había nada en el anticomunista de Long Island, partidario de Reagan, que sugiriera que iba a convertir a los Teamsters en una organización democrática.
Carey nunca fue amigo de las bases. En sus 23 años al frente del Local 804 de UPS Teamsters 'fue una especie de pionero dentro de la burocracia laboral en la imposición de concesiones y el establecimiento de relaciones corporativistas con la dirección'. Su logro más notable fue la traición de una huelga de 85 días contra UPS en 1974, en la que aceptó 'el contrato que abrió las compuertas para la destrucción de puestos de trabajo a tiempo completo y la difusión de mano de obra a tiempo parcial peor pagada en las operaciones de la empresa de transporte por todo el país'. [34]
Durante décadas de carrera como burócrata de la IBT en Nueva York, Carey fue 'tropezando una y otra vez con asociaciones' con los poderosos sindicatos mafiosos de la ciudad. Mientras Carey era presidente de la IBT en Nueva York, la familia Lucchese se hizo con el control del 'Local 295, el local del aeropuerto JFK, que se hizo infamoso en la película Goodfellas de Martin Scorsese'. En el local 804 de UPS de Carey, el consorcio DeCavalcante dirigió el plan dental del local y saqueó el fondo de pensiones para el chantaje de los préstamos. 'A instancias de la mafia', según un relato, 'el Local 804 rompió huelgas, ofreció a los empleadores contratos ventajosos y consiguió que empresas relacionadas con la mafia obtuvieran contratos con UPS'. A finales de los ochenta, cuando sus subordinados más inmediatos se vieron envueltos en una investigación federal cada vez más amplia, encabezada de nuevo por Giuliani, Carey se mostró conmocionado. Carey, cuyo propio hermano Carlyle se casó con la familia Gambino y se convirtió en su 'persona de contacto' con los Teamsters, testificó contra sus subordinados, pero sólo después de que Giuliani le ofreciera inmunidad judicial.
Sus apologistas de la TDU siempre han fingido que Carey no sabía nada de la saturación mafiosa de los locales de la IBT de Nueva York bajo su jurisdicción y que, en cualquier caso, él mismo no se benefició de estas relaciones. Presentan a Carey como un hombre honesto que nunca ganó más como funcionario sindical que un conductor veterano de UPS. Sin embargo, cuando Carey llegó a la presidencia se había convertido de alguna manera en millonario del sector inmobiliario, poseedor de numerosas propiedades (a nombre de su esposa), incluidas casas en Kew Gardens y Jamaica Hills en Queens, dos condominios frente al mar en Florida, una casa en Nueva Jersey, un condominio en Virginia y un condominio en Scottsdale, Arizona. Más misterioso aún, el padre de Carey murió en 1992 con 2,1 millones de dólares en acciones de UPS. [35]
Entonces, ¿por qué la TDU se aferró a Carey? En su libro Solidarity for Sale (Solidaridad en venta), el difunto periodista laboral Robert Fitch ofrece un relato muy revelador, tanto más creíble cuanto que Fitch había sido antes un entusiasta partidario de la TDU[36]. Fitch revisó archivos internos de la TDU y entrevistó a dirigentes, incluido Paff. Llegó a la conclusión de que la TDU recurrió en primer lugar a Carey porque ya no tenían ningún lugar al que huir.
Posteriormente, la TDU pasó a depender de la facción Carey de la burocracia de la IBT. Fitch escribe:
Para los jóvenes progresistas de los años 60 que habían entrado en el movimiento obrero para cambiar el mundo, Ron Carey era su última y mejor oportunidad... Habían tenido sus momentos, pero en el ocaso de los años de Reagan la TDU no crecía. [Entonces] Carey, en la década de 1990... empezó a contratar a miembros de la TDU y a muchos otros antiguos radicales. Cuantos más contrataba, más creían. Cuestionar las credenciales de Carey era negar sus esperanzas y amenazar sus hipotecas.
A finales de los 90, 'la TDU se había convertido en parte del sistema de patrocinio de los Teamsters', concluye Fitch. 'Eran clientes de Carey'. [37]
Al hablar con franqueza entre sí mismos, los responsables de la TDU lo admitieron. En un memorándum confidencial titulado 'Lo que hemos hecho y hacia dónde vamos', Paff admitió que apoyar a Carey significaría distanciar a la TDU de tácticas anteriores, como ayudar a sacar a la luz las quejas de los trabajadores. 'Es probable que encontremos afiliados que se quejan de que la dirección de IB no ha resuelto sus problemas', explicó, pero 'muy claramente ese tipo de crítica apunta en una dirección negativa'. Paff racionalizó así el apoyo de su organización a Carey: 'Si no hubiéramos apoyado a Carey, TDU se habría vuelto irrelevante'. De hecho, fue precisamente a través de su apoyo a Carey como la TDU se volvió irrelevante, al menos en el sentido de que ya no podía distinguirse de la burocracia que solía criticar. [38]
Al integrarse con la facción Carey de la burocracia, la TDU suprimió las críticas y entró así en conflicto con lo que quedaba de su genuina membresía obrera. Por ejemplo, en 1993 Pete Camarata –el obrero que había sido apaleado en Las Vegas por matones de los Teamsters– escribió a Paff y a la dirección de la TDU que 'la puntuación de Carey en la limitación de la corrupción' era 'cero'. Camarata se quejó específicamente de que en su local de Detroit, Carey había puesto al mando a un antiguo miembro de BLAST. Ese mismo año, el conductor de camiones de hormigón Lee Olson, del Local 282 de Nueva York, se quejó en la convención nacional de la TDU de que Carey simplemente había sustituido a una hornada de mafiosos por otra. Exigió saber 'cuándo–si es que alguna vez–va a alzar la voz la TDU'. [39]
La respuesta fue nunca. La TDU y sus partidarios se han visto obligados a oscurecer e incluso falsificar la historia y continuar retratando a Carey, en la acertada descripción de Fitch, como el 'San Sebastián del trabajo organizado'.
Cualquiera que dude de que la TDU y su matriz, Teamsters United, se comportarán de forma diferente a cualquier otra facción de la burocracia de los Teamsters debería considerar el destino del Local 138, que representaba a los trabajadores de almacén y conductores de las cadenas de supermercados Key Foods, White Rose y Waldbaum's en Nueva York. Este sindicato, uno de los más antiguos de la IBT, ya no existe.
Fue en el Local 138 donde la TDU logró su primer avance significativo contra el control de la mafia. En unas elecciones celebradas en 1986–facilitadas de nuevo por la intervención de los tribunales–una lista denominada New Beginnings (Nuevos Comienzos) suplantó a los antiguos dirigentes sindicales relacionados con el consorcio del crimen de Colombo, aunque sólo votó un tercio del sindicato local. Seis de los siete miembros de New Beginnings eran miembros de la TDU. Pero en 'su primera reunión postelectoral', los nuevos dirigentes se repartieron los antiguos chanchullos, según revelaron más tarde las actas judiciales. Una vez en el cargo, la lista respaldada por la TDU siguió aceptando sobornos de los jefes para contratar a trabajadores no sindicados, al tiempo que saqueaba el fondo de huelga del sindicato. Varios miembros de New Beginnings, incluido su dirigente John Georgopoulos, acabaron cumpliendo penas de cárcel por aceptar sobornos de los empresarios.
Sin embargo, fueron Carey y el sindicato Internacional los que destruyeron el Local 138. En 1998, los camioneros del supermercado White Rose se declararon en huelga contra el nuevo propietario de la cadena, Arthur M. Goldberg, que había exigido una congelación salarial y la introducción de copagos en los seguros. El sindicato IBT Local 97, de Nueva Jersey, llegó a un acuerdo con Goldberg: aceptó los puestos de los trabajadores del Local 138 por 11 dólares la la hora, 7 dólares menos que los 18 dólares que cobraban los huelguistas. Unos 500 trabajadores de Nueva York perdieron el empleo. Ron Carey firmó la operación de esquirolaje. Como escribió Fitch:
Incluso para los Teamsters, fue una traición extraordinaria. Por lo general, sólo los trabajadores no sindicados ocupan los puestos de los miembros de un sindicato. Más raramente, ocurre con miembros de diferentes sindicatos de la AFL-CIO. ¿Pero miembros del mismo sindicato internacional? ¿Para qué tener un sindicato si un sindicato local se aprovecha de la huelga de otro, que es exactamente lo que Carey permitió al autorizar a los trabajadores de Nueva Jersey a hacer el trabajo de los huelguistas de Nueva York por el 60 por ciento de su salario?
En el momento en que los trabajadores de White Rose fueron traicionados, la TDU no sólo controlaba el sindicato local, sino que contaba con siete miembros en la junta ejecutiva internacional de Carey. Los antiguos radicales no protestaron públicamente. El periódico de la TDU, Convoy Dispatch, 'siempre vigilante para detectar las ventas de la vieja guardia, apenas se dio cuenta de lo ocurrido, y mucho menos exigió medidas enérgicas para contrarrestarlo', señaló Fitch.
La destrucción del Local 138 desencadenó una oleada de competencia entre los locales IBT de Nueva York y Nueva Jersey para ofrecer recortes de costes a los propietarios de almacenes de la ciudad. Los salarios cayeron en picado en toda la ciudad y el número de miembros de los Teamsters se redujo por un tercio, de 33.000 a 22.600.
Cuando le preguntaron por la destrucción del Local 138, Paff respondió con palabras que bien podrían haber salido de los labios de Jimmy Hoffa: 'Yo digo, una mierda. En un movimiento pasan todo tipo de cosas'. [40]
Las secuelas de la TDU
En el cargo, Carey firmó varios contratos de concesión con grandes empresas, incluida UPS. Aisló y traicionó las huelgas de los Teamsters en los principales periódicos de Detroit y Pittsburgh, al tiempo que promovía el uso de tácticas de protesta desmoralizadoras de los consumidores de clase media. Mientras Carey continuaba el asalto a los salarios y condiciones de los Teamsters, la TDU asumió un papel cada vez más propagandístico en nombre de la burocracia de la IBT. Consideremos, por ejemplo, sus afirmaciones de que la huelga de camioneros de larga distancia de 1994 y la huelga de UPS de 1997 fueron victorias aplastantes.
La huelga de 1994, que duró 23 días y en la que participaron 70.000 conductores, fue de hecho un esfuerzo consciente por desmoralizar a los camioneros a fin de imponerles un amargo contrato dictado en gran medida por Trucking Management, Inc. que había negociado en nombre de 300 empresas en 1979 pero que sólo representaba a 23 en 1994. Los apologistas de Carey afirman que 'ganó' al negociar una reducción de los trabajadores a tiempo parcial. En cambio, el contrato permitía la deslocalización del tráfico de camiones a los trenes de mercancías y el uso de una nueva categoría de 'trabajadores eventuales' contratados por días y pagados bastante menos que los trabajadores a tiempo completo. El contrato no incluía ninguna amnistía para unos 200 Teamsters y simpatizantes detenidos en los piquetes. Pero tal vez su característica más condenatoria era una cláusula de no hacer huelga durante los cuatro años de vigencia del contrato en favor de la resolución por árbitros 'independientes'; renunciaba así al único método que tenían los trabajadores para contrarrestar el poder de las empresas de transporte. [41]
La TDU ha repetido a menudo la afirmación de que la huelga de UPS de 1997, en la que participaron 185.000 trabajadores, fue una victoria total. [42] De hecho, Carey puso fin a la huelga de dos semanas con concesiones en gran medida simbólicas en el bolsillo–'tan modestas que casi no se detectan', en palabras de un periodista laboral [43]–, incluida la supuesta creación de 10.000 puestos de trabajo a tiempo completo durante la vigencia del contrato. Pero estos nuevos empleos estarían pagados un 24 por ciento menos que otros de la misma categoría: era el primer contrato de la historia que ampliaba el sistema de dos niveles a los trabajadores a tiempo completo. Y los puestos de trabajo adicionales se vieron más que compensados por el hecho de que el sindicato aceptó el derecho de UPS a despedir hasta 15.000 huelguistas–para compensar la pérdida de negocio a favor de FedEx–, incluidas varias docenas de trabajadores despedidos por acciones durante la propia huelga. Las promesas de convertir los empleos a tiempo parcial en empleos a tiempo completo no se cumplieron. [44]
Ambas huelgas siguieron un patrón similar. Se convocaron para desahogar la oposición de los trabajadores a la erosión de los salarios y las condiciones, pero los huelguistas quedaron aislados mientras los negocios se trasladaban a la competencia. A los trabajadores se les presentaron contratos entreguistas declarados victoriosos por la IBT y la TDU.
Al evaluar el periodo de Ron Carey como presidente de los Teamsters, Dan La Botz, cofundador de la TDU, escribe: 'Carey, aún apoyado por el movimiento reformista de la TDU, impulsó cambios democráticos en el sindicato, organizó campañas para mejorar los contratos y consiguió que el sindicato pasara de respaldar a los republicanos a apoyar al Partido Demócrata'. [45]
En realidad, los 'cambios democráticos' fueron impuestos por el gobierno federal, y las 'campañas para mejorar los contratos' giraron en torno a trucos de relaciones públicas de la clase media. La única parte veraz de la declaración de La Botz es que Carey realineó a la IBT detrás del Partido Demócrata 'todavía apoyado por la TDU'. Así, los socialistas de Berkeley de la IS se habían abierto camino no sólo en el tren de la salsa burocrática, sino en la órbita del partido político capitalista más antiguo del planeta. Esto implicaba un rechazo final no sólo del socialismo, sino de cualquier pretensión de oposición a las políticas de la clase dominante estadounidense que estaban devastando a los trabajadores. En una autoinculpación condenatoria, La Botz escribe:
La TDU siguió centrándose exclusivamente en los problemas económicos de los Teamsters y en cuestiones de democracia sindical. El periódico Convoy de la TDU rara vez comentaba otros movimientos sociales y prácticamente nunca mencionaba a otros sindicatos. Las convenciones de la TDU no abordaron cuestiones como las guerras de Kosovo, el Golfo Pérsico, Afganistán e Irak. [45]
La Botz, cabe señalar, se encuentra entre los más vociferantes ex partidarios de izquierda de la guerra de la OTAN contra Rusia en Ucrania.
Resultó que el paso de la IBT a la columna del Partido Demócrata del sistema bipartidista sería la perdición de Ron Carey. Carey obtuvo una ajustada victoria electoral sobre James P. Hoffa en las elecciones de la IBT de 1996, pero al año siguiente los resultados fueron invalidados cuando salió a la luz que sus asesores más cercanos –supuestamente sin su conocimiento– habían participado en una compleja trama de blanqueo de dinero que implicaba a destacadas figuras de la AFL-CIO, incluido el entonces secretario tesorero Richard Trumka, y el presidente del Sindicato Internacional de Empleados de Servicios, Andrew Stern. También estaban implicados varios grupos de activistas liberales, los senadores demócratas Bob Kerrey, de Nebraska, y Dianne Feinstein, de California, así como el Comité Nacional Demócrata, controlado por Clinton. En un esquema clásico de soborno, los grupos alineados con el Partido Demócrata recibieron $885.000 en donaciones de la tesorería de los Teamsters, y a su vez hicieron o concertaron contribuciones recíprocas a la campaña de Carey y se quedaron con una parte del dinero en efectivo como botín de la operación. [46]
En 1998 Carey fue expulsado de los Teamsters, y su lugarteniente apoyado por la TDU, Tom Leedham, perdió las elecciones frente a Hoffa ese mismo año. Carey fue expulsado de por vida de la IBT. Representado gratuitamente por Reid Weingarten, abogado defensor de empresas, Carey fue absuelto en 2001. La defensa no negó que la facción de Carey hubiera conspirado con el DNC y otros en la operación de soborno. Sólo alegó que no se había demostrado que Carey tuviera conocimiento de ello.
Las revelaciones de la corrupción de Carey desacreditaron la promoción por parte de la TDU de un ala supuestamente 'reformista' de la IBT. Pero en lugar de reconocerlo, la TDU denunció tardíamente la 'intervención del gobierno' en los Teamsters y censuró las mismas estructuras que habían allanado el camino para la victoria de Carey y el ascenso de sus propios miembros a las filas de la burocracia sindical. En 1997 y al final del mandato de Carey, los miembros de la TDU habían conseguido docenas de puestos remunerados en el personal de la IBT en Washington D.C., así como puestos en numerosos sindicatos locales. [47]
Después de que Carey fuera despedido del sindicato, la TDU profundizó su abrazo al ala supuestamente 'reformista' de la burocracia de los Teamsters y encontró a su nuevo patrón Zuckerman y su facción Teamsters United. En este momento no hay nada que distinga a la TDU del sindicato TU, aparte de la 'D' extra en el acrónimo y un discurso un poco más militante por parte de la primera. Si hay diferencias, la TDU las oculta cuidadosamente. Apoya con entusiasmo a los candidatos del TU a la presidencia, incluido O'Brien, y encubre sus traiciones y entreguismo.
Para un ejemplo más reciente del papel traicionero de la TDU, los trabajadores de UPS no tienen que mirar más atrás que al último acuerdo contractual nacional de 2018. Los trabajadores habían votado por un margen del 93 por ciento para autorizar una huelga cuando el antiguo contrato expiró el 31 de julio de ese año. Luego votaron en contra por un margen de 54 por ciento a 46 por ciento del contrato de venta impulsado por la IBT, entonces dirigida por James P. Hoffa, quien luego aprovechó una regla oscura para impulsar el contrato porque la participación había sido ligeramente inferior al 50 por ciento.
La TDU y el sindicato TU habían argumentado que un voto negativo convencería a Hoffa de que dirigiera una huelga. Después de que Hoffa aprobara el contrato, la TDU se centró en una campaña de petición de una reunión de emergencia para 'resolver esta crisis' y para que Hoffa destituyera al negociador principal, 'volviera a la mesa de negociación y ordenara una votación sobre el contrato una vez que se hubiera alcanzado una nueva oferta'. La TDU abandonó rápidamente esta maniobra y se dedicó a su tipo favorito de campaña: intentar que sus patrocinadores burocráticos fueran elegidos para ocupar cargos públicos. Esto se consiguió con la victoria del antiguo aliado de Hoffa, y ahora líder del TU, Sean O'Brien en las elecciones de 2021.
El camino a seguir: El comité de base
La transformación de la TDU en una facción de la burocracia encierra importantes lecciones para los trabajadores, pero la cuestión fundamental se reduce a esto: ¿Pueden los sindicatos, incluida la IBT–sometida al Partido Demócrata y servil al afán de lucro de las corporaciones–ser utilizados para promover los intereses de los trabajadores?
¿O deben los trabajadores rechazar las exigencias de beneficios de los capitalistas y los políticos, y tomar la lucha en sus propias manos por formar comités de base, primero con sus compañeros en sus propios lugares de trabajo, luego en todas las industrias y finalmente a través de las fronteras nacionales?
En cuanto a la primera opción, la clase obrera tiene ahora una larga experiencia con los 'reformistas sindicales' y sus promesas de que los sindicatos existentes son el único medio legítimo de lucha. Toda la historia laboral está plagada de 'militantes' y 'radicales' que se han convertido en vendidos burocráticos. En esto, la TDU no ha inventado nada nuevo. Lo peculiar de la TDU son sus orígenes en la izquierda de clase media y su intento muy consciente de bloquear a los trabajadores militantes del socialismo. Esto ha hecho que su metamorfosis sea particularmente farsesca. Hoy en día, la TDU, junto con el DSA y todo el entorno de pseudoizquierda, ya ni siquiera fingen que los sindicatos necesitan ser reformados. Presentan a burócratas procapitalistas, rompehuelgas de carrera, como Sean O'Brien en la IBT y Shawn Fain en el UAW, como héroes militantes de la clase obrera.
Mientras la TDU, el TU y el DSA intentan llevar a los trabajadores detrás de los O'Brien y los Fain y el Partido Demócrata, los trabajadores están formando comités de base en varios países e industrias, incluidos el automóvil, el ferrocarril, el reparto postal y la educación. Están vinculados en la Alianza Internacional Obrera de Comités de Base (AIO-CB), que permite la coordinación internacional para enfrentarse al capitalismo global. Ya es hora de que los trabajadores de UPS sigan su ejemplo.
El hecho de que toda lucha de clases es una lucha política no es una invención de los marxistas, es una realidad. El socialismo, guiado por el Comité Internacional de la Cuarta Internacional, es crucial en las luchas venideras. El socialismo explica que los trabajadores están unidos, objetivamente, en la producción de bienes y servicios, y que la tarea central es hacer que esta realidad objetiva, y las tareas que se derivan de ella, se comprendan conscientemente. Más que eso, el socialismo encarna toda la historia estratégica de la clase obrera, incluidas sus experiencias con la TDU y los Teamsters.
Citas:
[1] Montgomery, David. Worker’s Control in America: Studies in the History of Work, Technology, and Labor Struggles. Cambridge: Cambridge Univ. Press, 1992: 173.
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[6] Fitch, Robert. Solidarity for Sale: How Corruption Destroyed the Labor Movement and Undermined America’s Promise. 1st ed. New York: Public Affairs, 2006: 258.
[7] Existe una amplia bibliografía, generalmente elogiosa, sobre los movimientos de reforma sindical. Véase por ejemplo Brenner, Aaron, Robert Brenner, Cal Winslow eds. , Rebel Rank and File: Labor Militancy and Revolt from Below During the Long 1970s. Verso, 2010; Allen, Joe. The Package King: A Rank-and-File History of UPS. Chicago, Illinois: Haymarket Books, 2020; Tillman, Ray M. “Reform Movement in the Teamsters and United Auto Workers,” The Transformation of US Unions: Voices, Visions and Strategies from the Grassroots, Lynne Rienner Publishers, Inc, 1999: 152–163; Katz, Daniel, and Richard A Greenwald. Labor Rising: The Past and Future of Working People in America. New York: Distributed by Perseus Dist., 2012; Geoghegan, Thomas . Only One Thing Can Save Us: Why America Needs a New Kind of Labor Movement, 2016; Aronowitz, Stanley. The Death and Life of American Labor: Toward a New Worker’s Movement, 2015; Fantasia, Rick, and Kim Voss. Hard Work: Remaking the American Labor Movement. Berkeley: University of California Press, 2004.
[8] Jackson, Robert L. and Ronald J. Ostrow. “Presser Abetted Violence by Teamsters, Panel Says” Los Angeles Times, November 27, 1985. See also Geoghegan, Which Side Are You on?: 137–139.
[9] Moody, Kim “The Rank and File Strategy.” Accessed June 5, 2023. https://jacobin.com/2018/08/unions-socialists-rank-and-file-strategy-kim-moody.
[10] La Botz, Dan. “The Tumultuous Teamsters of the 1970s,” Rebel Rank and File: 213–221.
[11] Ibid. Una facción de la IS se opuso al eclipse total de la política socialista. Fueron expulsados en 1977 y acabaron formando la (ya desaparecida) Organización Socialista Internacional. Un segundo grupo se oponía a que los miembros de la TDU se presentaran a cargos sindicales y se convirtieran en burócratas. Ese grupo abandonó la IS en 1978 y formó Workers Power, pero más tarde se agrupó con náufragos del Partido Socialista de los Trabajadores y de la IS en 1986 para crear Solidarity: Una organización feminista y socialista.
[12] Moody, Kim. Workers in a Lean World: Unions in the International Economy. London, Verso, 2001: 6–8; 135; 140; 199–200; 208–212; 299–300; 304–305.
[13] Moody, US Labor in Trouble and Transition The Failure of Reform from Above, 2007 Verso p. 123; Belzer, Michael H. Sweatshops on Wheels: Winners and Losers in Trucking Deregulation. Oxford University Press, 2000: 32–33.
[14] Goldberg, “Teamster Reformers”: 18.
[15] “Webster, Ex-CIA Head, Named to Teamsters Panel.” Los Angeles Times, August 5, 1992. https://articles.latimes.com/1992–08–05/news/mn-5037_1_teamsters-panel.; Galenson, Walter. The American Labor Movement, 1955–1995. Westport, Conn.: Greenwood Press, 1996: 159.
[16] Belzer, Sweatshops on Wheels: 33.
[17] Teamsters for a Democratic Union. “Changes to the Independent Review Board.” Accessed May 16, 2023. https://www.tdu.org/changes_to_the_independent_review_board.
[18] Bruno, Robert Reforming the Chicago Teamsters: The Story of Local 705. 2003, Northern Illinois University Press: 15.
[19] Belzer, Michael, ILR Review Vol. 58, No. 1 (Oct. 2004), pp. 160–162.
[20] Barry Grey, “The middle class ‘left’, and the fall of Ron Carey,” International Workers Bulletin, December 1997.
[21] “Right-Wing Rampage at Teamsters Convention,” The Bulletin, June 5, 1981: 10–11.
[22] Hoffa was president of the Teamsters from 1958 to 1971, but remained a powerful figure in the union until his disappearance in suburban Detroit in 1975.
[23] Sobre el papel del crimen organizado dentro de la IBT, véase por ejemplo David Scott Witwer. Corruption and reform in the Teamsters Union. Champaign, University of Illinois Press, 2003. Also, Steven Brill, The Teamsters [1978]. Arthur L. Fox II and John C. Sikorski, Teamster Democracy and Financial Responsibility [1976].
[24] Ronald Reagan Presidential Library Digital Library Collections. Collection: President, Office of the: Presidential Briefing Papers: Records, 1981–1989. Folder Title: 05/29/1981 (Case File: 043429) Box 4: https://www.reaganlibrary.gov/sites/default/files/digitallibrary/smof/president/presidentialbriefingpapers/box-004/40–439–5730647–004–001–2016.pdf. Crowe, Kenneth C. Collision: How the Rank and File Took Back the Teamsters. New York, Toronto, New York: Scribner’s ; Maxwell Macmillan Canada ; Maxwell Macmillan International, 1993.
[25] “Jackie Presser.” In Wikipedia, May 16, 2023. https://en.wikipedia.org/w/index.php?title=Jackie_Presser&oldid=1155096761 .
[26] James, Ralph C. and Estelle James, “The Purge of the Trotskyites from the Teamsters.” The Western Political Quarterly Vol. 19, No. 1 (Mar. 1966), pp. 5–15; “The Smith Act trial and government infiltration of the Trotskyist movement.” World Socialist Web Site, https://www.wsws.org/en/articles/2016/12/09/secu-d09.html
[27] Hoffa, James R., The T rials of Jimmy Hoffa. Chicago, H. Regnery Co. 1970.
[28] Jean Brust, ed., Defending Principles: The Political Legacy of Bill Brust. Oak Park, Mehring Books, 1993: 158.
[29] Dean, Andrew B., “An Offer the Teamsters Couldn’t Refuse: The 1989 Consent Decree Establishing Federal Oversight and Ending Mechanisms,” Columbia Law Review, Vol. 100, No. 8 (Dec. 2000), pp. 2157–2194; George Kannar, “Making the Teamsters Safe for Democracy,” The Yale Law Journa l Vol. 102, No. 7 (May 1993).
[30] “Leon Trotsky: Trade Unions in the Epoch of Imperialist Decay (1940).” Accessed May 16, 2023. https://www.marxists.org/archive/trotsky/1940/xx/tu.htm.
[31] La Botz, “Tumultuous Teamsters”: 224.
[32] McFadden, Robert D. “New Teamster Chief’s Motto: Honest Work for Honest Pay.” December 15, 1991, New York Times.
[33] George Kannar, “Making the Teamsters Safe for Democracy, The Yale Law Journal , Vol. 102, No. 7 (May 1993), 1649–1650; Moody, Workers in a Lean World: 198–199.
[34] Grey, Barry, “The middle class ‘left’, and the fall of Ron Carey,” International Workers Bulletin, December 1997.
[35] The Associated Press, “Teamsters President Cleared in Issue of Conflict.” New York Times, August 20, 1993, sec. New York. https://www.nytimes.com/1993/08/20/nyregion/teamsters-president-cleared-in-issue-of-conflict.html. Fitch, Solidarity for Sale: 225–226.
[36] Fitch, Robert, “Revolution in the Teamsters,” Tikkun, Vol. 8, No.2, 1993.
[37] Fitch, Solidarity for Sale: 217–219.
[38] Ibid: 253–254.
[39] Ibid: 256.
[40] Ibid: 247–249; 262–271.
[41] Galenson, American Labor Movement: 159; Catherine S. Manegold, “Teamsters Reach Accord to End Strike,” New York Times, April 29, 1994: 14.
[42] See for example Dan Levin’s article in Labor Notes, “The 1997 UPS Strike: Beating Big Business & Business Unionism.” http://www.labornotes.org/2017/08/1997-ups-strike-beating-big-business-business-unionism.
[43] Fitch, Solidarity for Sale: 215.
[44] “No Victory for Workers: The Bitter Truth about the UPS Strike” International Workers Bulletin, August 25, 1997. Greenhouse, Steven. “TEAMSTERS AND U.P.S. AGREE ON A 5-YEAR CONTRACT PLAN TO END STRIKE AFTER 15 DAYS.” The New York Times, August 19, 1997, sec. U.S. https://www.nytimes.com/1997/08/19/us/teamsters-and-ups-agree-on-a-5-year-contract-plan-to-end-strike-after-15-days.html.
[45] La Botz, “Tumultuous Teamsters”: 224–225.
[46] Fitch, Solidarity for Sale: 231–243.
[47] Ibid: 255.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 29 de junio de 2023)