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Perspectiva

La importancia política del ataque de la OTAN-Ucrania en Kursk

Personas se reúnen en un bloque de apartamentos dañado por bombardeos ucranianos en Kursk, Rusia, 11 de agosto de 2024 [AP Photo]

Hace seis días, Ucrania emprendió una ofensiva militar contra la región de Kursk en Rusia. Miles de tropas han avanzado unos 20 km al interior de la frontera rusa. Hasta ahora, Rusia no ha podido repeler la ofensiva y las columnas de refuerzos rusos se han visto destruidas por ataques de largo alcance. El lunes, Rusia comenzó a evacuar Belgorod, otra región fronteriza cercana, dado que las fuerzas ucranianas dicen haber cruzado la frontera ahí también. 

La ofensiva de Kursk tiene una utilidad militar limitada, pero su importancia política es sustancial. Es una humillación política inmensa para el régimen de Putin y una muestra de que la OTAN no tiene “líneas rojas” en su escalada contra Rusia.

Estados Unidos, Alemania, y la Unión Europea han respaldado la ofensiva ucraniana, al mismo tiempo en que afirman no estar involucrados en su planificación ni coordinación. 

Tales afirmaciones de no participación de la OTAN son absurdas. El ataque se produce solo un mes después de la cumbre de la OTAN en Washington, que transfirió formalmente la supervisión del armamento y el entrenamiento del ejército ucraniano directamente a la OTAN. La ofensiva ucraniana de Kursk, que utiliza tanques y misiles de largo alcance estadounidenses y alemanes, en realidad se coordina desde Washington, Berlín y Londres minuto a minuto. 

Hace ochenta y tres años, al comienzo de la Operación Barbarroja en junio de 1941, los tanques alemanes arremetieron contra la frontera de la Unión Soviética. Hoy, los vehículos blindados alemanes vuelven a entrar en Rusia, tripulados por fuerzas ucranianas que a menudo llevan las mismas insignias, incluyendo esvásticas y las runas de las SS de Himmler.

Dos años después del inicio de la Operación Barbarroja, las fuerzas nazis fueron derrotadas decisivamente en la batalla terrestre más grande de la historia en la región rusa de Kursk.

The Economist, la principal publicación del imperialismo británico, ha proclamado el comienzo de la “Segunda Batalla de Kursk”, aclamando una ofensiva que cae en el mes exacto del 81º aniversario de la derrota de Hitler en esa misma región.

El ataque a Kursk ha demostrado, en palabras de Mijaílo Podoliak, asesor del presidente ucraniano Volodímir Zelenski, que “una parte significativa de la comunidad mundial considera [a Rusia] un objetivo legítimo para cualquier operación y tipo de armas”.

Inevitablemente, se deduce que, si es permisible que Ucrania ataque a Rusia con armas de la OTAN, también es permisible que las tropas de la OTAN ataquen directamente a Rusia.

Uno tras otro, todos los límites que el Gobierno de Biden había dicho que respetaría en cuanto a su participación directa en la guerra se han desmantelado sistemáticamente. En 2017, antes de la invasión rusa de Ucrania, Estados Unidos proporcionó oficialmente armas letales a Ucrania. Luego vinieron los vehículos blindados y los tanques en 2023, y los cazas F-16 y los misiles de largo alcance en 2024. Luego vino la autorización para usar esas armas dentro de Rusia. Ahora, Ucrania, utilizando vehículos blindados estadounidenses y alemanes, ha lanzado directamente un asalto terrestre contra Rusia.

La próxima “línea roja” que cruzará la OTAN podría ser el despliegue de sus propias tropas, incluso para una ofensiva militar contra Crimea.

El régimen ucraniano, que saluda como su líder ideológico al colaborador nazi y perpetrador del Holocausto, Stepan Bandera, ha sentado las bases para legitimar una guerra para subyugar a Rusia. Cuando el año pasado los embajadores de las principales potencias de la OTAN, incluida Alemania, se unieron a todo el Parlamento canadiense para darle una ovación al criminal de guerra nazi Yaroslav Hunka, estaban poniendo de manifiesto el contenido político fundamental de la guerra de la OTAN contra Rusia.

El régimen oligárquico en el Kremlin, que surgió de la destrucción de la URSS y la restauración del capitalismo por parte de la burocracia estalinista, no tiene una respuesta viable, ni mucho menos progresista, a la campaña de la OTAN para subyugar a Rusia.

El domingo, el centro de pensamiento Atlantic Council publicó un blog que evalúa la respuesta del presidente ruso Vladímir Putin al ataque:

La ofensiva de Ucrania ahora pone seriamente en tela de juicio la credibilidad de las amenazas militares de Rusia y la racionalidad detrás de la gran cautela de Occidente. Después de todo, la invasión de Rusia por parte del ejército ucraniano es sin duda la más roja de todas las líneas rojas. Si Rusia se tomara en serio una posible escalada nuclear, este sería el momento de cumplir con sus muchas amenazas. De hecho, Putin ha respondido tratando de restar importancia a la invasión mientras finge que todo sigue yendo según lo planeado.

De hecho, la OTAN está decidida a cruzar todo límite a su participación directa en la guerra con Rusia; esto ahora representa “la más roja de todas las líneas rojas”: los ataques directos en territorio ruso.

La imprudencia de esta política es imposible de exagerar. El Gobierno ruso ha proclamado públicamente que un ataque en territorio ruso se enfrentaría con el uso de armas nucleares. Las potencias de la OTAN están prácticamente desafiando a Rusia a cumplir con esta amenaza, una acción que podría provocar no solo una guerra a gran escala entre Rusia y la OTAN, sino un intercambio termonuclear capaz de destruir a toda la humanidad.

El ataque a Kursk ha expuesto la debilidad del Estado burgués que surgió de la disolución de la Unión Soviética. 

Una y otra vez, Putin ha insistido en que la oligarquía rusa es un régimen “burgués” anticomunista y de buen comportamiento, desesperado por hacer lo que sea necesario para salvar lo que pueda de su relación con los Estados Unidos.

Como Putin explicó quejumbrosamente en su entrevista con Tucker Carlson a principios de este año:

Estábamos tratando de persuadirlos. Decíamos: “Por favor, no lo hagan. Somos tan burgueses ahora como ustedes. Somos una economía de mercado y no hay un Partido Comunista en el poder. Vamos a negociar”.

Sin embargo, las potencias imperialistas no están interesadas en la negociación. Más bien, están decididas a dominar Rusia y obligarla a aceptar los dictados estadounidenses. Todas las súplicas de Putin para que las potencias imperialistas sean “racionales” solo aumentan su imprudencia. Están decididos a aplastar militarmente a Rusia, derrocar su Gobierno y, en última instancia, disolver el país, utilizando a Yugoslavia como modelo, en varios pequeños Estados rivales que puedan ser explotados por el imperialismo.

El propio Putin está bajo una enorme presión de una parte sustancial de la oligarquía rusa que quiere un acuerdo con la OTAN que les permita acceder a sus cuentas bancarias occidentales y a sus yates. Esta capa social teme la radicalización de la clase trabajadora mucho más de lo que teme a la OTAN.

Al mismo tiempo, la continua escalada por parte de las potencias de la OTAN puede crear las condiciones en las que el Gobierno de Putin se sentirá obligado a cumplir sus amenazas de represalias militares.

Putin sin duda cree que una posible presidencia de Trump reduciría la participación directa de Estados Unidos y la OTAN en la guerra contra Rusia. Pero fue el Gobierno de Trump el que autorizó las ventas directas de armas de Estados Unidos y la OTAN a Ucrania, las cuales fueron tan críticas para la preparación de la guerra actual. Independientemente del resultado de las elecciones presidenciales de los Estados Unidos, el imperialismo estadounidense está decidido a subyugar a toda la antigua Unión Soviética, sin importar el costo en vidas humanas.

La ofensiva de Kursk es parte de una erupción global de violencia imperialista en todo el mundo, dirigida no solo contra Rusia, sino también contra China e Irán. El lunes, Estados Unidos anunció el despliegue de un grupo de buques de guerra en Oriente Próximo que amenazan a Irán, dejando claro que la actual escalada militar global está teniendo lugar en todo el mundo.

La escalada de la guerra de la OTAN contra Rusia demuestra, una vez más, las consecuencias plenas y desastrosas de la disolución de la antigua Unión Soviética, que marcó la traición final de la burocracia estalinista a la Revolución rusa de 1917. En ese momento, los defensores del desmantelamiento de la Unión Soviética afirmaron que esto crearía las condiciones para una “coexistencia pacífica” con los Estados Unidos y la OTAN. El imperialismo, afirmaban, era un mito inventado por Lenin. Tres décadas después, ha quedado claro que el imperialismo es, de hecho, muy real, y ha seleccionado a Rusia como objetivo de destrucción.

No hay solución a la escalada de la guerra imperialista fuera de la construcción de un movimiento de masas contra la guerra, basado en las tradiciones de la Revolución de Octubre, que una a los trabajadores de Europa, Asia, América y el mundo entero en la lucha por derrocar el sistema capitalista que es la causa fundamental de la guerra imperialista.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 13 de agosto de 2024)

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