92. Desde el principio de la guerra, Estados Unidos se había comprometido política, económica y militarmente al conflicto mundial. El gobierno de Roosevelt explotó la situación desesperada en que se encontraba el Primer Ministro británico, Winston Churchill, para extraer concesiones políticas y económicas del imperialismo Británico. Sin embargo, a la larga, Estados Unidos no podían tolerar el dominio Alemán sobre Europa, ni tampoco la supremacía japonesa en Asia y el Pacífico. En este último caso, Estados Unidos, desde que conquistara sangrientamente a las Filipinas a principios del Siglo XX, comenzó a considerar al Pacífico como un lago suyo y a la China como su protectorado desde la apabullante derrota de la rebelión Bóxer. El ataque desesperado de Japón contra Pearl Harbor le brindó a Roosevelt la oportunidad de realizar el “encuentro con el destino” que había convocado pocos años antes. Las pretensiones a la democracia de las cuales se valió el imperialismo estadounidense para justificar su intervención las contradecía no solo el hecho de que a millones de ciudadanos afroamericanos se les negaba sus derechos democráticos básicos durante ese período, sino también por las medidas antidemocráticas puestas en vigencia durante la guerra, inclusive el internamiento de miles de japoneses y ciudadanos norteamericanos de descendencia japonesa en campamentos de concentración. Fue durante los años de guerra que gran parte del armazón de la “seguridad nacional del estado” se estableció. Una vez que la Alemania Nazi atacó a la Unión Soviética en junio de 1941, los partidos estalinistas se convirtieron en los defensores más entusiastas de las potencias imperialistas “democráticas”, apoyando descaradamente la promesa de los sindicatos obreros de no declarar ninguna huelga en los Estados Unidos.
93. Después del asesinato de Trotsky, el Socialist Workers Party defendió la perspectiva del internacionalismo proletario y se opuso a la subordinación de la clase trabajadora a los fines imperialistas de la guerra bajo el gobierno de Roosevelt. Por esa razón, el SWP fue la única tendencia en el movimiento obrero de los Estados Unidos cuyos dirigentes recibieron sentencias de cárcel durante la guerra y quienes también fueron los primeros en ser enjuiciados bajo el Acta Smith de 1940 (que luego fue declarado inconstitucional). En 1941, 18 dirigentes y militantes del SWP fueron falsamente incriminados y encontrados culpables de sedición. Siguiendo la lógica de su alianza con el imperialismo estadounidense en tiempos de guerra y su despiadada oposición al movimiento trotskista, el Partido Comunista apoyó los juicios. Cuando los militantes del Partido Comunista fueron perseguidos después de la guerra bajo el Acta Smith, el SWP adoptó una postura principista y los defendió contra los ataques del estado capitalista.
94. Los horribles acontecimientos de la Segunda Guerra Mundial demostraron la precisión de las advertencias de Luxemburgo que la clase trabajadora solo tenía dos alternativas: el socialismo o el barbarismo. Los crímenes perpetrados durante el transcurso de la guerra revelaron ante toda una generación la verdadera faz del capitalismo. Seis millones de judíos fueron exterminados en el holocausto Nazi, junto con aproximadamente cinco millones de gitanos, prisioneros de guerra soviéticos, polacos y otros seleccionados por el régimen fascista. El gobierno de Estados Unidos, que tan indiferente se había mostrado al programa de los nazi para exterminar a las masas (rehusó bombardear los rieles ferroviarios que se usaban para transportar a los prisioneros a sus muertes), mostró su propio potencial barbárico al lanzar dos bombas atómicas sobre dos ciudades de civiles en Japón, exterminando entre 200.000 y 350.000 personas de un golpe. El propósito principal de ese crimen fue demostrarle al mundo, y sobre todo a la Unión Soviética, el potencial devastador de las nuevas armas estadounidenses para la destrucción en masa. En total, aproximadamente 100 millones de personas perecieron en seis años de conflicto. La guerra fue el amargo precio que pagó la clase trabajadora por la traición calculada de sus dirigencias y del fracaso de la revolución socialista. La prosperidad que siguió a la guerra se erigió sobre una montaña de cadáveres humanos.