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Perspectiva

Las acusaciones de la atrocidad en Bucha: un pretexto para intensificar la guerra de la OTAN contra Rusia

En otro intento importante para escalar la guerra por delegación de la OTAN contra Rusia, el Gobierno de Biden está aprovechando las acusaciones ucranianas de una masacre a manos de las fuerzas rusas en el suburbio Bucha de Kiev para implementar una nueva ronda de sanciones y socavar cualquier intento de resolver pacíficamente la guerra.

“Me criticaron por llamar a Putin un criminal de guerra”, dijo el presidente estadounidense Joe Biden el lunes. “Pues, la realidad, vieron lo ocurrido en Bucha. Es un criminal de guerra”. Biden añadió: “Debemos seguir suministrando a Ucrania las armas que necesitan para combatir”.

El Gobierno estadounidense, junto con la prensa, sigue el principio de que primero se llega a la conclusión y luego se hace la investigación. Biden, quien no puede decidir si Trump perpetró algún crimen más de un año después del intento de golpe de Estado del 6 de enero, ya decidió que el presidente ruso Vladímir Putin es culpable de “crímenes de guerra” en Bucha.

No obstante, los hechos no comprueban dicha conclusión. Las tropas rusas se retiraron de Bucha justo después de que el Kremlin prometiera reducir drásticamente sus fuerzas en dirección de Kiev como parte de las negociaciones de paz el martes pasado. Por varios días, no se reportaron bajas civiles. El sábado, las fuerzas ucranianas, incluyendo miembros del batallón neonazi Azov, entraron en la ciudad y hubo una avalancha de reportes en la prensa occidental sobre las presuntas atrocidades.

Imágenes de Ucrania mostradas durante una reunión del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, 5 de abril de 2022 (AP Photo/John Minchillo)

Las imágenes ampliamente difundidas solo indican que los cuerpos fueron hallados, no quién mató a las personas, cuándo ocurrió ni bajo cuáles circunstancias. Si bien ha aparecido evidencia en video de las fuerzas ucranianas ejecutando y torturando a personas desarmadas, no ha aparecido evidencia similar respecto a las tropas rusas.

Dado el uso sistemático de EE.UU. de acusaciones falsas de atrocidades para justificar guerras en todo el mundo y la clara ausencia de evidencia clara y convincente, no hay ninguna razón para percibir las acusaciones de una masacre en Bucha como algo más que propaganda de guerra, cuyo objetivo es sembrar enojo en la población y justificar una escalada militar.

Incluso si se estableciera que las tropas rusas dispararon a civiles —y eso no ha ocurrido— eso no significaría que estuvieran actuando bajo órdenes del Gobierno ruso.

En los últimos 30 años de guerras interminables —y, por supuesto, uno puede ir más atrás— el ejército estadounidense ha perpetrado incontables atrocidades: disparar a civiles, atacar bodas con drones, atacar hospitales con helicópteros, masacrar ciudades enteras. ¿En estos tiempos de amnesia universal, hace falta volverle a recordar a todos que EE.UU. torturó prisioneros en Abu Ghraib de las formas más barbáricas posibles y luego buscó destruir la evidencia? ¿Y que, por esta y muchas otras razones, ni siquiera reconoce la Corte Penal Internacional que quiere que enjuicie a sus antagonistas?

Cuando la prensa estadounidense reconoce algunos de estos crímenes, sin falta los atribuye a errores o “manzanas podridas”. Ningún alto oficial ha sido imputado. Pero ahora, a partir de unas cuantas fotos, ya concluyó que Putin es culpable de crímenes de guerra e incluso un “genocidio”. Si se siguiera esta lógica, ¿por qué no se encuentran tras las rejas todos los presidentes estadounidenses, Biden incluido?

Más allá de la obvia hipocresía, existe otro principio legal pertinente para evaluar las acusaciones contradictorias de EE.UU. y Rusia: “¿ Cui bono ?”.

¿Quién se beneficia de una intensificación de la guerra? La respuesta, claramente, es el Gobierno estadounidense. La conclusión de Biden de que se perpetraron crímenes de guerra, que ha arrojado de forma casi irreflexiva, procura hacer que se cancelen las negociaciones. Estados Unidos no quiere que se acabe la guerra. La declaración de Biden en Varsovia el mes pasado de que Putin “no puede permanecer en el poder” no fue un “desatino”, como lo presentó la prensa estadounidense, sino que puso de manifiesto la política estadounidense real hacia Rusia, que consiste en buscar un cambio de régimen.

Todo esto se produce en medio de una campaña mediática que exige que se “gane” la guerra. Un artículo publicado el martes por el columnista Janan Ganesh del Financial Times declara, “A fin de cuentas, Estados Unidos será el ‘ganador’ de la crisis ucraniana”. El Economist, por su parte, ha exigido una “victoria decisiva” contra Rusia en Ucrania.

Las acusaciones de atrocidades son un elemento crítico de la propaganda de guerra estadounidense. Todas las guerras agresivas libradas por EE.UU. se han basado en acusaciones estadounidenses de que los blancos de sus propias intervenciones militares han cometido atrocidades. En cada caso, como en las guerras del golfo Pérsico, Afganistán, Siria o Libia, el guion ha sido el mismo: el Gobierno en la mira de EE.UU. mató a civiles y amenaza con matar a más si EE.UU. no interviene.

Luego, cuando la intervención estadounidense resulta en un asesinato masivo de civiles mucho mayor en el país siendo “rescatado”, la prensa simplemente procede sin recuperar el aliento a reportar las “atrocidades” de los próximos objetivos del imperialismo estadounidense.

Además de intensificar el conflicto de EE.UU. y la OTAN contra Rusia, los funcionarios estadounidenses están utilizando la histeria bélica antirrusa en la clase media-alta liberal para promover una acumulación militar masiva cuyo último objetivo es tanto China como Rusia. El martes, la Casa Blanca anunció un nuevo acuerdo de la asociación Australia-Reino Unido-EE.UU. (AUKUS, por sus siglas en inglés) para producir una nueva generación de armas nucleares dirigidas contra China.

En estas condiciones, es necesario no verse influenciado por la avalancha de propaganda de guerra en la prensa. Estados Unidos instigó esta guerra, provocando al Gobierno ruso a emprender una invasión reaccionaria y desesperada de Ucrania. Tras detonar el conflicto, la clase gobernante estadounidense, impulsada por intereses geopolíticos y una crisis económica, social y política cada vez más profunda, está decidida a que prosiga hasta el final, sin importar cuan devastadoras sean las consecuencias.

Un blanco central del impulso de guerra estadounidense es la clase obrera en casa, a la cual se le dirá que debe “sacrificar” sus intereses sociales en nombre de promover el esfuerzo bélico.

(Publicado originalmente en inglés el 6 de abril de 2022)

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