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Perspectiva

La siguiente primera ministra británica Liz Truss dice que está lista para una aniquilación nuclear global

Liz Truss, la ministra de Relaciones Exteriores y la sucesora más probable a primera ministra conservadora de Reino Unido, declaró que llevaría a cabo un ataque nuclear contra Rusia, incluso si provocara una “aniquilación global”.

Durante una reunión de la dirección del Partido Conservador en Birmingham el martes para decidir quién reemplazará a Boris Johnson, John Pienaar de Times Radio le dijo a Truss que, si se volvía primera ministra, le mostrarían pronto los procedimientos para lanzar misiles nucleares de los submarinos británicos Trident. “Significaría la aniquilación global”, Pienaar dijo. “No le pregunto si apretaría el botón, dirá que sí, pero yo me sentiría enfermo físicamente con esa tarea. ¿Cómo la hace sentir ese pensamiento?”.

Con una mirada vacía y desprovista de emociones, Truss repsondió, “Creo que es un deber importante para un primer ministro y estoy lista para hacerlo”.

“Estoy lista para hacerlo”, repitió, solicitando una ronda de aplausos de los conservadores reunidos.

La respuesta robótica e instantánea debe ser una advertencia para los trabajadores de todo el mundo sobre lo cerca que estamos de un Armagedón nuclear.

Es una de las principales defensoras en las potencias de la OTAN de la guerra por delegación contra Rusia que libra el régimen ucraniano y una de las propagandistas más prominentes de un conflicto militar directo con Moscú. En febrero, el presidente ruso Vladímir Ruso colocó las fuerzas nucleares rusas en alerta elevada y su vocero Dmitri Peskov dijo que los comentarios de “varios representantes a distintos niveles” sobre posibles “enfrentamientos” entre la OTAN y Moscú eran “inaceptables”: “No nombraré a los autores de estas declaraciones, pero fue la ministra de Relaciones Exteriores británica”.

Truss había declarado recientemente a Sky News, “Si no detenemos a Putin en Ucrania, veremos a otros bajo amenaza: el Báltico, Polonia, Moldova y podría acabar en un conflicto con la OTAN”.

Pero Truss se pronuncia en nombre de toda la clase gobernante británica. Su contendiente Rishi Sunak también habría respondido afirmativamente y también lo habría hecho cualquier miembro de la élite política británica en busca del máximo cargo público.

Desde que Londres y Washington comenzaron a agravar las tensiones con Rusia y China, se ha vuelto necesario declarar abiertamente la disposición a iniciar una guerra nuclear. Esto comenzó en 2015, cuando Jeremy Corbyn se volvió líder del Partido Laborista, ante todo gracias a su oposición a la guerra en Irak y por ser líder de Stop the War Coalition [Coalición para detener la guerra]. Cuando le preguntaron en una entrevista el 15 de septiembre de 2015 si daría instrucciones a los jefes militares de Reino Unido a utilizar las armas nucleares del sistema Trident si se volvía primer ministro, Corbyn dijo que no. Fue atacado incansablemente y los conservadores, blairistas y varias figuras militares dijeron que no era apto para el cargo. Y Corbyn se doblegó en todos los frentes.

En un debate el 18 de julio de 2016, la recién instalada primera ministra conservadora Theresa May declaró su propia disposición a lanzar un ataque nuclear en forma de un ataque contra Corbyn. El remplazo de Corbyn como líder laborista, sir Keir Starmer, también recibió la pregunta el 10 de febrero de este año por parte de la BBC sobre si usaría armas nucleares y respondió: “Por supuesto”. Esto fue tan solo 14 días antes de la invasión rusa de Ucrania.

Starmer se pronunció al respecto después de una reunión con el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, donde comentó, “Cualesquiera que sean los desafíos con el Gobierno, cuando se trata de agresión rusa, estamos todos unidos”.

Este es el significado internacional más amplio de la declaración de Truss sobre una guerra nuclear. No solo es la política del imperialismo británico, sino que está siendo avanzada activamente por todas las potencias de la OTAN, con EE.UU. a la cabeza.

En la cumbre de la OTAN en Madrid, España, en junio, se adoptó un documento de estrategia que resume los planes de militarizar el continente europeo, intensificar masivamente la guerra con Rusia y preparar una guerra con China. Prometió específicamente “suministrar la gama completa de fuerzas” necesarias para “combates de alta intensidad y dominios múltiples contra competidores iguales y con armas nucleares”.

Rusia y China fueron nombrados respectivamente como una “amenaza” y un “desafío” a “nuestros intereses”. La “postura de disuasión nuclear” de la OTAN, que se basa en el “despliegue en posiciones avanzadas en Europa” de las armas nucleares estadounidenses, fue colocada en el centro de una estrategia para “disuadir, defender, disputar y repeler en todos los dominios y todas las direcciones”.

Las figuras militares de la OTAN ya se sienten libres de discutir abiertamente una guerra nuclear. En un simposio en junio, Ingo Gerhartz, titular de la Luftwaffe o fuerza aérea alemana, declaró: “Para una disuasión creíble, necesitamos tanto los medios como la voluntad política para implementar una disuasión nuclear, de ser necesario”, antes de añadir. “¡Putin, no te metas con nosotros!”. El 13 de agosto, Hamish de Bretton-Gordon, excomandante británico del Régimen Conjunto de Agentes Químicos, Biológicos, Radiológicos y Nucleares, insistió en el Telegraph, “Reino Unido debería prepararse para una guerra nuclear”.

Truss tradujo todas estas discusiones en los ladridos y gruñidos fascistizantes que la convirtieron en la predilecta del Partido Conservador.

¿Cómo deben responder los trabajadores a esta locura política?

Las armas nucleares modernas son mucho más poderosas que aquellas arrojadas sobre Hiroshima y Nagasaki. Tan solo 50 de ellas podrían matar a 200 millones de personas, es decir, las poblaciones combinadas de Reino Unido, Canadá, Australia, Nueva Zelanda y Alemania. Pero eso tan solo sería el comienzo. Un modelo de la Universidad Rutgers predice que una guerra nuclear de plena escala provocaría incendios y nubes de ceniza que bloquearían la luz solar y devastarían las cosechas. Le seguiría una era glacial nuclear que mataría de hambre a tres cuartas partes de la población mundial y mataría a cinco mil millones de personas en dos años. Incluso un conflicto nuclear “más pequeño” mataría probablemente a 2,5 mil millones de personas.

Ante todo, es necesario aceptar lo impensable: las potencias imperialistas están considerando activamente el uso de armas que destruirían la humanidad y posiblemente toda la vida en el planeta. Una perspectiva de Joseph Kishore y David North, publicada por el WSWS el 26 de marzo, describe apropiadamente esto como “cruzar el Rubicón psicológico”. Advirtió sobre el conflicto ucraniano: “El mundo está siendo llevado al borde de una catástrofe nuclear por los Gobiernos de Estados Unidos y de otras grandes potencias de la OTAN, cuyos líderes están tomando decisiones en secreto mientras ocultan los verdaderos intereses geopolíticos y económicos en cuyo nombre están actuando”.

En segundo lugar, es necesario entender la causa fundamental de la guerra. Se trata de un reparto del mundo entre las principales potencias imperialistas. Los Gobiernos de EE.UU. y Europa no están respondiendo a un acto “no provocado” de agresión rusa. Están buscando completar el cerco militar que han perseguido desde la disolución de la URSS en diciembre de 1991 como una preparación para tumbar el régimen de Putin y tomar el control de los vastos recursos rusos a instancias del capital financiero.

La única fuerza social que puede prevenir este estallido catastrófico de violencia militar imperialista es la clase obrera internacional, librando una lucha contra el capitalismo y por el socialismo. En la resolución “¡Movilicen a la clase obrera contra la guerra imperialista!” aprobada por su Congreso en 2022, el Partido Socialista por la Igualdad (EE.UU.) explica:

En su nivel más fundamental, la guerra imperialista surge de las contradicciones básicas del sistema capitalista: entre una economía global y la división del mundo en Estados nación rivales, en los que se enquista la propiedad privada de los medios de producción. Estas mismas contradicciones, sin embargo, producen la base objetiva para la revolución socialista mundial. Las consecuencias de la guerra ya están intensificando enormemente los conflictos sociales dentro de los Estados Unidos. El impacto del aumento de la inflación está impulsando la lucha de clases, incluida la erupción de huelgas y protestas entre los trabajadores automotores, trabajadores de aerolíneas, trabajadores de la salud, educadores, trabajadores de servicios y otros sectores de la clase trabajadora.

Esto es cierto a nivel internacional. Por ejemplo, en Reino Unido, se está gestando una ola huelguística que puede barrer a Truss y los conservadores del poder.

Lo que hace falta en cada país es que los trabajadores libren una lucha basada en un programa socialista, movilizándose contra la guerra y contra todos los esfuerzos de la clase gobernante, sus Gobiernos y partidos y la burocracia sindical para hacerlos pagar por la guerra por medio de recortes salariales, eliminación de plazas y aceleraciones en el trabajo. Ante todo, los trabajadores deben apelar a sus hermanas y hermanos de clase para librar una lucha común contra su enemigo común. La cuestión no podría ser más clara: una guerra mundial y aniquilación nuclear o la revolución socialista mundial.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 25 de agosto de 2022.)

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