Casi dos semanas desde su inicio, es evidente que la “contraofensiva de primavera” de Ucrania, promovida por meses por la prensa estadounidense, no ha logrado ningún avance importante, mientras que las fuerzas armadas ucranianas han sufrido pérdidas físicas devastadoras.
Los funcionarios ucranianos afirman que han retomado 100 km2 desde el inicio de la ofensiva. Estas pizcas de territorio se han cobrado hasta mil bajas por día, lo que sumaría 12.000 desde que comenzó la ofensiva. Por su parte, los funcionarios rusos han publicado videos de vehículos acorazados destruidos por misiles, drones y artillería de largo alcance, incluyendo más de una docena de tanques avanzados Leopard 2 y vehículos de infantería Bradley.
Durante el primer año y medio del conflicto, Estados Unidos y las potencias de la OTAN habían asumido que podían librar la guerra enviando armas cada vez más avanzadas a Ucrania, mientras utilizaban a los ucranianos como carne de cañón en el campo de batalla.
Demostrando una fría indiferencia a la pérdida catastrófica de vidas, el Gobierno de Biden ha intentado combatir hasta el último ucraniano. Pero el problema de esta estrategia es que la OTAN se está quedando sin ucranianos que pueda enviar a morir.
Cientos de miles de soldados ucranianos han fallecido o sufrido heridas. Esta es una proporción importante de la población en edad para combatir, lo que ha obligado al Gobierno de Zelenski a tomar medidas cada vez más desesperadas para hallar nuevos cuerpos que pueda enviar al frente.
En este contexto, los cancilleres de los países de la OTAN concluyeron una reunión de dos días el viernes que busca finalizar planes para una alianza militar entre la OTAN y Ucrania. El jueves, un funcionario del Gobierno de Biden le dijo a CNN que están “dispuestos” a considerar una vía expedita para que Ucrania se incorpora a la OTAN.
Este será el contenido de la próxima cumbre de la OTAN en Vilna, Lituania, que involucrará o bien la entrada directa de Ucrania en la OTAN o bien alguna forma de “garantías de seguridad”.
Sin embargo, la cuestión no es que Ucrania ingrese a la OTAN sino que la OTAN “ingrese” a Ucrania por medio de una enorme escalada de su participación en la guerra. La única razón para acelerar la incorporación de Ucrania a la OTAN es sentar el marco para tal escalada.
Toda la credibilidad de la OTAN se ha apostado en el intento de arrojar a los rusos al otro lado de la frontera, lo que generaría una crisis que conducirá al colapso del Gobierno de Putin. La lógica de la escalada conduce inexorablemente a una intervención directa de la OTAN en el conflicto.
Cada vez que EE.UU. y las potencias de la OTAN han dicho que jamás tomarían cierta acción en Ucrania, la han llevado a cabo, incluyendo el suministro de tanques, aviones de combate y armas que han utilizado para atacar suelo ruso.
¿Cuál será el siguiente límite que la OTAN cruzará en respuesta al deterioro de la situación militar ucraniana? Hay varias posibilidades:
Primero, la creación de una “zona de no vuelo” y ataques directos de naves de la OTAN contra las fuerzas rusas.
Segundo, el despliegue directo de tropas de la OTAN en la zona de guerra.
Y, tercero, el despliegue o incluso el uso de armas nucleares tácticas por parte de la OTAN para prevenir una victoria rusa en el conflicto.
Cabe notar que durante la guerra fría, el estratega geopolítico estadounidense Henry Kissinger, quien recientemente fue aclamado en los medios al cumplir 100 años, describió el uso de armas nucleares tácticas para evitar un desastre precisamente como el que enfrentan las fuerzas ucranianas.
En su libro de 1957, Armas nucleares y política exterior, Kissinger abogó por que EE.UU. desplegara armas nucleares en el frente y que las utilizara en el campo de batalla para prevenir los avances de las fuerzas convencionales.
Una “guerra nuclear limitada”, es decir, una guerra nuclear que no conduzca a una aniquilación global ni a una “destrucción mutua asegurada”, argumentó Kissinger, “de hecho es una estrategia que le sacará el máximo provecho a nuestras capacidades especiales, y reducirá las probabilidades de que se vuelva una guerra total en vez de convencional”.
Dijo que tal guerra podía “improvisarse en medio de operaciones militares [y] se llevaría a cabo en las peores condiciones posibles, tanto psicológicas como militares”, es decir, precisamente en las condiciones que se están desarrollando en Ucrania.
En vez que atacar “los grandes centros poblacionales”, dijo Kissinger, las armas nucleares se utilizarían como parte de la batalla, “sobre unidades pequeñas, con gran movilidad y autónomas” que buscarían “prevenir que los agresores obtengan uno de sus objetivos: el control de territorio. Las unidades pequeñas y móviles con armas nucleares son extremadamente útiles para derrotar a sus contrapartes enemigas o para destruir rápidamente los blancos importantes”.
La estrategia de Kissinger tenía una falla enorme. Asumía que aquellos siendo atacados con armas nucleares estadounidenses limitarían su respuesta y que se contendría la escalada. Pero, pese a su evidente locura, las doctrinas de Kissinger de hecho han sido una fuente de inspiración importante para la estrategia nuclear estadounidense actual.
Desde que EE.UU. lanzó la expansión de su arsenal nuclear de varios billones de dólares en 2016, ha buscado crear armas nucleares “utilizables”, de menor tamaño y rendimiento.
Un informe del 2015 del Center for Strategic and International Studies (CSIS) señaló: “Los escenarios para un despliegue de armas nucleares han cambiado mucho desde ‘el equilibrio del terror’ entre dos superpotencias globales”. Como resultado, existe una “segunda era nuclear” en la cual los combatientes “evalúan cómo emplear un arma nuclear temprano en el conflicto y de manera calculada”.
En 2019, la revista Foreign Affairs publicó un artículo titulado “Si quieres paz, prepárate para una guerra nuclear”, escrito por Elbridge Colby, uno de los principales autores de la Estrategia de Defensa Nacional de 2018 bajo Trump. Colby escribió: “Los riesgos de un impulso hacia el abismo nuclear podrían ser enormes, pero también los beneficios de tener una ventaja nuclear sobre el oponente”.
“La mejor forma de evitar una guerra nuclear”, añadió Colby, “es estar preparados para combatir una limitada”.
La revisión de la postura nuclear de EE.UU. de 2022 deja claro que EE.UU. se reserva el derecho a utilizar armas nucleares para alcanzar cualquier tipo de objetivo nacional. Declara: “Aunque el papel fundamental de las armas nucleares estadounidenses es disuadir de un ataque nuclear, más ampliamente disuaden de todas las formas de ataque estratégico, dan seguridad a los aliados y socios, y nos permiten alcanzar objetivos presidenciales si falla la disuasión”.
Las potencias estadounidenses y de la OTAN han apostado toda su credibilidad al objetivo de infligir una derrota estratégica a Rusia.
Creer que no recurrirán al uso de armas nucleares para lograr sus objetivos es pasar por alto las lecciones de la historia. Cabe recordar que Estados Unidos es la única potencia que ha utilizado armas nucleares en una guerra. En medio de una crisis social, económica y política cada vez más profunda, combinada con una crisis de la hegemonía mundial estadounidense, Washington se ve empujado a emprender acciones cada vez más imprudentes y desesperadas.
La clase dirigente estadounidense se ha mostrado completamente indiferente a la vida humana. En nombre del afán de lucro de las grandes corporaciones, la clase dominante estadounidense ha puesto fin a todas las medidas para detener la propagación del COVID-19, permitiendo que la enfermedad circule sin control y mate a decenas o cientos de miles de personas al año. Ha provocado deliberadamente una guerra que ha matado a cientos de miles de personas.
Hay que hacer la advertencia más enérgica. Hay que poner fin a esta guerra antes de que la guerra acabe con la sociedad humana.
(Publicado originalmente en inglés el 16 de junio de 2023)