Los democristianos (CDU/CSU) y socialdemócratas (SPD) están preparando rápidamente un aumento gigantesco del gasto en armamento, financiado con endeudamiento masivo, a costa de brutales recortes en el gasto social y los salarios. El nombre de “fondo especial” pretende disfrazar lo que realmente es: créditos de guerra.
Con más de un billón de euros, el programa de rearme planeado es diez veces mayor que el “fondo especial” para la Bundeswehr (las fuerzas armadas) que el gobierno de coalición saliente aprobó hace tres años, anunciándolo como el inicio de una “nueva era”.
Los belicistas han perdido toda inhibición. Inicialmente, se hablaba de un aumento del gasto militar de 400.000 millones de euros, luego de “al menos 500.000 millones”. Ahora, el gasto militar no tiene límite alguno. Además, se planea un llamado “programa de infraestructura” que costará otros €500.000 millones, lo que servirá principalmente para hacer que Alemania vuelva a estar “lista para la guerra”, como exige el ministro de Defensa, Pistorius (SPD).
Mientras millones de trabajadores siguen las noticias con desconcierto y horror, el comité ejecutivo del sindicato IG Metall declaró su apoyo inmediatamente después del anuncio del gigantesco programa de rearme. En un comunicado de prensa titulado “Rapidez y determinación son una buena señal”, la presidenta principal de IG Metall, Christiane Benner, afirmó: “Los fondos especiales y las medidas anunciadas muestran que los políticos han entendido que debemos actuar con rapidez y decisión”.
Benner señaló que IG Metall llevaba tiempo reclamando “la necesidad de grandes inversiones en infraestructuras, la transición energética, la industria, puentes, ferrocarriles, carreteras y educación”. Si bien enfatiza la mejora de la infraestructura, deja claro que se refiere ante todo a la preparación para la guerra comercial y militar. Destaca que la “situación económica, social y geopolítica” exige “visión de futuro” y concluye: “Por ello, damos nuestra clara bienvenida a la iniciativa actual”.
En nombre del sindicato y sin ninguna discusión ni consulta con sus afiliados, y mucho menos una votación, la líder de IG Metall se arroga el derecho de apoyar un rearme militar y un programa bélico comparable únicamente al rearme de la Wehrmacht de Hitler en vísperas de la Segunda Guerra Mundial.
Benner deja claro cuán estrechamente está vinculado el aparato sindical con el gobierno y el aparato estatal. La dirigencia sindical es el instrumento mediante el cual el gobierno y las corporaciones imponen “paz y orden” en fábricas y oficinas, mientras ejecutan despidos masivos y ataques sociales. Esto no es nuevo, pero se ha intensificado drásticamente desde que Donald Trump fue elegido presidente de EE.UU.
El nacionalismo agresivo de la política de “América Primero” de Trump, con la introducción de aranceles proteccionistas y medidas de guerra comercial para defender los intereses económicos nacionales, ha atraído como imán a los burócratas sindicales—en ambos lados del Atlántico.
En EE.UU., Sean O’Brien, el líder del sindicato de transportistas Teamsters, el verano pasado, incluso antes de la elección de Trump, dando un discurso sacado directamente del manual de Hitler.
Después de la investidura de Trump, el presidente del sindicato de la industria automotriz, United Auto Workers (UAW), Shawn Fain, quien previamente apoyaba a los demócratas y apareció junto a Joe Biden, también se pasó al bando de Trump. La semana pasada, Fain dijo: “Esperamos trabajar con la Casa Blanca para diseñar los aranceles automotrices en abril de una manera que beneficie a la clase trabajadora”.
El presidente del UAW sabe perfectamente que ni los aranceles automotrices ni otras medidas de guerra comercial benefician a los trabajadores. Solo sirven a los intereses de los oligarcas superricos que dictan la política de la administración Trump.
En Alemania, todos los partidos de gobierno, tanto los salientes como los entrantes, están reaccionando acelerando el retorno del imperialismo alemán. El apoyo de IG Metall al gigantesco programa de rearme del próximo gobierno demuestra que los sindicatos también están girando aún más a la derecha en respuesta a la rápida evolución política.
Acuden al rescate del gobierno, sumido en una profunda crisis por la administración Trump y sus medidas. Pocos países dependen del comercio global tanto como Alemania, que durante mucho tiempo se ha presentado como el principal exportador del mundo. La guerra comercial desatada tiene un impacto catastrófico en la economía alemana.
IG Metall y otros sindicatos están dispuestos a hacerle pagar esta brutal guerra comercial a la clase trabajadora. Hace tres años, al inicio de la guerra en Ucrania, apoyaron plenamente la política bélica del gobierno a través de la “Acción Concertada” y desde entonces han impuesto brutales recortes salariales y despidos para fortalecer a las corporaciones alemanas en la guerra comercial y exprimir miles de millones del pueblo trabajador para el rearme. Ahora están llevando estas iniciativas a un nivel aún más alto.
Se planea eliminar cientos de miles de empleos: al menos 35.000 en VW, 20.000 en Mercedes, 11.000 en Thyssenkrupp Stahl. Miles de empleos también están en riesgo en Ford, Opel, Audi y Porsche, así como en proveedores como Bosch, ZF, Continental y Schaeffler. Lo mismo ocurre en la industria química, la construcción, los ferrocarriles, el sector público y la empresa de correos Deutsche Post. Ninguna industria se salvará, con el 40 por ciento de las empresas planeando recortes de empleo este año.
Los trabajadores están preparados para luchar contra estos ataques. Sin embargo, los aparatos sindicales están haciendo todo lo posible para suprimir su disposición a luchar y sabotear cualquier acción industrial.
El sindicato ferroviario EVG acordó recientemente recortes de los salarios reales y una prohibición de huelga de 33 meses para más de 190.000 empleados de Deutsche Bahn, sin organizar ni una sola huelga de advertencia.
n las actuales negociaciones salariales en el sector público, en Deutsche Post y la empresa de transporte público de Berlín (BVG), Verdi también está intentando imponer recortes de puestos de trabajo y reducciones salariales.
En la industria automovilística, IG Metall ha marcado el rumbo en VW, el buque insignia de la tan cacareada “colaboración social” alemana. El sindicato y el comité de empresa que domina han acordado las mayores pérdidas de empleo y recortes salariales desde la Segunda Guerra Mundial. Además de la destrucción de 35.000 puestos de trabajo, los salarios reales se reducirán hasta un 20%. El comité de empresa de Mercedes acaba de concluir un acuerdo similar para más de 90.000 empleados de Mercedes.
La abultada burocracia sindical y su ejército de representantes del personal y del comité de empresa actúan como una fuerza policial corporativa. Las ruidosas e insípidas protestas sirven para que la creciente oposición de los trabajadores a los ataques se desvanezca. A los trabajadores que se rebelan se les presiona para silenciarlos.
Es urgente romper con esta dictadura sindical sobre los lugares de trabajo. La integración de los sindicatos en el gobierno y su apoyo al rearme y la guerra no se deben simplemente a la indudable corrupción de la burocracia sindical. Más bien, esta evolución, que no se limita a Alemania, tiene profundas causas objetivas.
La globalización —la integración mundial de la economía y de los procesos de producción transnacionales— ha privado a los sindicatos del terreno nacional sobre el que pudieron acordar reformas sociales limitadas en el pasado. Ahora, en la batalla por las materias primas, los mercados de venta y la mano de obra barata, apoyan sin reservas a las corporaciones y al gobierno alemanes, dividiendo a los trabajadores y apoyando el rearme y la guerra.
El desarrollo derechista de los sindicatos no conoce límites. Su apoyo a los horrendos créditos de guerra y su cooperación con el presunto futuro canciller Friedrich Merz (CDU) significa que también ellos —como Merz y la CDU/CSU ya dejaron claro durante la campaña electoral— están dispuestos a cooperar con los extremistas de derechas para impulsar la política de rearme para hacer la guerra en el extranjero y aumentar los poderes del Estado para reprimir toda oposición en el interior.
Por eso, la creación de comités de acción independientes de base es ahora de gran importancia y urgencia. El frente común del gobierno, las corporaciones y los sindicatos debe ser contrarrestado por la unificación internacional de la clase obrera. Quienes crean toda la riqueza de la sociedad y soportan toda la carga de la guerra y la crisis deben intervenir de forma independiente en los acontecimientos políticos y oponerse a los grandes bancos y corporaciones, así como a sus secuaces en el gobierno.
La declaración de la junta directiva del IG Metall en apoyo de los créditos de guerra deja claro que la lucha contra el rearme y la guerra no puede librarse con los aparatos sindicales y su control en los centros de trabajo, sino sólo contra ellos.
Los ataques desde arriba deben ser contrarrestados por la lucha de la clase obrera desde abajo. Mediante la creación de comités de acción independientes, es posible unir a los trabajadores de todas las fronteras y luchar por una perspectiva que sitúe los derechos y los intereses de la clase trabajadora por encima de los intereses lucrativos de los inversores, los especuladores y los superricos.
El año pasado, la Alianza Internacional Obrera de los Comités de Base (AIO-CB) hizo un llamamiento para que la lucha contra los recortes de empleo se coordine en todo el mundo y se vincule directamente a la lucha contra la guerra y el rearme, “porque la carrera por las materias primas, los mercados y las cadenas de suministro está llevando al imperialismo estadounidense y europeo a la guerra”.
El WSWS hace un llamamiento a todos los lectores para que participen en la creación de comités de acción independientes frente al intenso armamentismo. Ahora es el momento de actuar para evitar una catástrofe.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 11 de marzo de 2025)